tag:blogger.com,1999:blog-49972361135869810502024-03-12T20:23:42.240-06:00Album de anécdotasUn viaje de ida y vuelta al siglo XIX y otras vistas más contemporáneas.Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.comBlogger50125tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-3141865569433749522021-05-08T12:45:00.001-05:002021-05-08T13:02:45.528-05:00Página cincuenta: El memorioso Fidel, un botón de muestra<p style="text-align: justify;"> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/--3hen9BWu0g/YJbN-9K6DCI/AAAAAAAACE0/1xDD79oTV-oO00CIt-KzBqKGq0bwLilDgCLcBGAsYHQ/s299/1789-social-satire-2.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="299" data-original-width="235" src="https://1.bp.blogspot.com/--3hen9BWu0g/YJbN-9K6DCI/AAAAAAAACE0/1xDD79oTV-oO00CIt-KzBqKGq0bwLilDgCLcBGAsYHQ/s0/1789-social-satire-2.jpg" /></a></div><br />El día de hoy utilizo este espacio para cumplir una promesa y para hacer un sentido homenaje a un gran escritor del siglo XIX mexicano: "Fidel". En realidad se llamaba Guillermo Prieto y tuvo una de esas vidas de novela tan propias del siglo decimonono de nuestra actual cronología. Don Guillermo (que bien merecido se tiene el que le diga "Don") fue todo un personaje al que le gustaba hablar no solo del tiempo presente sino, además del tiempo pasado, de aquel que conoció en su infancia o del que había oído hablar a sus abuelos y a sus padres. "Fidel" fue, entre otras cosas, funcionario civil a una edad muy temprana, también fue redactor en fugaces o no tan fugaces periodicos y revistas de aquel convulso mediado de siglo XIX en México, y más tarde fue Secretario de Estado lanzándose a la ingrata política que tantas "víctimas" suele cobrarse hasta el día de hoy. Pero "Fidel", antes que nada, fue un cronista de su tiempo y de los precendentes y, es gracias a su acuciosa memoria y a su extraordinaria pluma, que conservamos las imágenes de un México que para mediados del siglo XIX ya no existía. La vida de Don Guillermo ocupó practicamente todo el siglo XIX, desde principios de 1818 hasta principios de 1897, estuvo presente en el ocaso del virreinato, en la llegada de la Independencia, en el Primer Imperio, en la República Federal, conoció los tiempos de López de Santa Anna, luchó contra los norteamericanos en 1847, se afilió al liberalismo y a su política, formó parte de la mítica generación que redactó la Constitución de 1857 y defendió a México de una nueva invasión, ésta llegada desde Europa, por supuesto, también estuvo del lado de Juárez durante la instauración del Segundo Imperio y después se desilusionó de él como político, y finalmente se jubiló en el momento en que su compañero de batallas, Porfirio Díaz, se convirtió en el autócrata de México. Conoció a mucha gente a lo largo de su vida y gente muy importante, desde políticos añejos como Lucas Alamán hasta jóvenes poetas como Manuel Acuña para quienes era ya la memoria viva más prodigiosa del siglo. Y si, en efecto, junto con sus amigos de pluma y de quehacer político como lo fueron Ignacio Ramirez y Manuel Payno formó parte del "sui generis" Parnaso Mexicano de aquella generación increíble que fue capaz de transformar a esta nación como pocas generaciones han sido capaces de hacerlo en el momento en el que se les brindó la oportunidad para ello.<p></p><p style="text-align: justify;">Y, después de introducir brevemente a nuestro autor (que si, no lo oculto, es uno de mis favoritos junto con varias otras plumas prodigiosas de su época), pasaré a la parte en que estractaré una pequeña prueba para que se entienda mi fervor por Don Guillermo y por la manera que tenía de explicar lo que almacenaba en su prodigiosa memoria. Lo siguiente forma parte de un artículo publicado el 30 de mayo de 1875 en la Revista Universal y cuyo tema es como se vivía en el lejano 1820, un año antes de que el virreinato de la Nueva España consiguiera su anhelada y trabajosa independencia de la Corona Española. Y para ello, Don Guillermo, embozado tras el reconocido alias de "Fidel", pergueña la historia de una familia provinciana de "posibles" que se traslada a la capital para asistir a una serie de eventos sociales que eran los que entonces reunían a la buena y no tan buena sociedad. En este artículo del 30 de mayo habla del "monjío" o profesión de una monja que es el evento principal que obliga a esta familia de Puebla a trasladarse a la capital para vivir una serie de aventuras desde su óptica provinciana, pero el "monjío", lo que era y como se realizaba es tema de otro artículo, en éste se habla de como invitan a Don Santos y a su familia a una corrida de toros la cual se describe con lujo de detalles mostrándonos como eran y se desarrollaban en la Ciudad de México en aquel lejano 1820. No hablaré de la corrida a menos que un entusiasta del sangriento espectáculo me insista en ello (a lo que cederé, única y exclusivamente, en aras de mostrarle como era que entonces se celebraban en México las dichosa corridas), de resto, prefiero centrar mi atención en como era que los sastres realizaban su oficio en aquellos ayeres. Y empezaré con la transcipción de lo que quiero dejar constancia en esta entrada.</p><p style="text-align: justify;">"La importancia de las visitas de don Santos, y más que todo ir a presentar en Puebla <i>su baño de corte, </i>lo hizo llamar al sastre, para aprovechar los buenos efectos que habían llegado, según Mauleón, a la casa, no recuerdo bien si de los Isitas o de los Mecas, que eran la flor y nata del parián.</p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;">Entonces no eran las sastrerías esos templos de la moda, en que se ven cascadas de casimires y de paños riquísimos, en que sofás y espejos suplantan la elegancia de los salones, en que retretes esmerados como el tocador de una gran señora inician al elegante en los misterios de la moda, entre correos ilustraciones y revistas del gran tono; por último, en que lo capital es el comercio y lo accesorio el sastre, no, entonces, el maestro sastre era el hombre del oficio, y pare usted de contar.</p><p style="text-align: justify;">Fue Bruno a llamar al maestro Cienfuegos que con decir que estaba situado en la calle de San José el Real, ya se dice que era de lo principal de México.</p><p style="text-align: justify;">Mostrador y percha, en un cuarto desmantelado y con cada hendidura en las vigas que parecía un sepulcro, he ahí el templo de la moda.</p><p style="text-align: justify;">La percha, sobre todo, era lo típico y tanto que cuando se trataba de las correcciones a un vestido, se encargaba <i>que no le hicieran compostura de percha</i>, es decir que no le colgaran en la percha sin ponerle mano, como era costumbre de algunos hijos de San Homobono.</p><p style="text-align: justify;">Cienfuegos era un hombre flaco y de ojos hundidos, patilla rala y boca desdentada, largos, uñosos y delgados dedos y maneras sumisas y respetuosas.</p><p style="text-align: justify;">Vestía pantalon de paño y chaqueta de indiana, sombrero tendido y capa redonda de paño color aceituna con su broche de plata.</p><p style="text-align: justify;">Luego que llegó al mesón y saludo a don Santos, haciendo que se colocase frente al balcón, sacó su medida y puso manos a la obra; pero es el caso que la medida merece descripción particular.</p><p style="text-align: justify;">Como el papel genovés que se gastaba en México era de muy exiguas proporciones, la medida, que era de papel, se componía de fracciones de acanaladas tiras de a cuarta o de a sesma, cosidas con seda blanca hasta formar una sola tira de poco más de a vara y de un dedo de ancho.</p><p style="text-align: justify;">Se tomaba la medida, llevando la tira, por ejemplo, del hombro al codo y del codo a la mano, y para señalar estos tramos, llevaba el sastre a prevención en el bolsillo del costado una malas tijeras, con que daba sus piquetes convencionales en el papel; pero estos piquetes eran jeroglíficos, eran signos cabalísticos, eran misterios del arte que no se alcanza cómo se hacían inteligibles, cuando una sola medida servía para cinco o seis perosnas de diferentes tamaños.</p><p style="text-align: justify;">Tomada la medida, se preguntaba al sastre las varas que necesitaba para las diferentes piezas del traje, comprometiéndose a ir al cajón a elegir los cortes con la mayor deferencia, bien entendido de que cuando se entregara el vestido había que llevar en una de las bolsas los retazos del género sobrante, bien para vestir botones o bien para remendar, que mucho suele ofrecerse".</p><p style="text-align: justify;">Que un sastre abandonara su taller era toda una deferencia que, en ocasiones, se cobraba. Y para quienes no conozcan el México del siglo XIX explicaré una de las curiosidades que el texto menciona. El Parián era una estructura compuesta por "cajones" de madera y estos cajones no eran otra cosa que puestos de comercio en donde se vendían comida ya hecha, frutas, verduras, flores, objetos propios que tenían uso en el hogar de aquellos días, juguetitos, calzado, artículos de mercerías o boneterías y, por supuesto, telas para coser o prendas ya hechas (incluyendo accesorios como sombreros y rebozos). Así pues, el Parián era digno heredero de los tianguis prehispánicos y de los mercadillos placeros europeos, así como también un digno precursos de los actuales centros comerciales. La estructura se levantó en el siglo XVIII ocupando un área bastante extensa de la plaza mayor de la Ciudad de México y permaneció sobre sus cimientos hasta entrado el siglo XIX cuando la piqueta de la modernidad acabó con ella. En el Parián se gestaron fortunas y hastas conspiraciones políticas, y también sufrió algún que otro incendio que, aun así, no lo hizo desaparecer. Solo añadiré que el Parián fue la génesis de empresas comerciales como el Puerto de Liverpool una tienda departamental que aun existe en la capital de México y que empezó siendo uno de esos cajones de ropa y tela del Parián en 1847.</p><p style="text-align: justify;">Por hoy, esto es todo, y ya vendré otro día a seguir contando historias.</p>Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-12306873038578966522021-04-24T14:31:00.001-05:002021-04-24T14:31:11.858-05:00Página cuarenta y nueve: La Historia y yo<p style="text-align: justify;"> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><span style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-QT7w_0v6oag/YIRxvsYUGtI/AAAAAAAACEQ/ph95jbgoocQqIQ1aHDsP1WyTvxc64okXQCLcBGAsYHQ/s403/10606280_835639596456178_3113440703358306994_n.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="283" data-original-width="403" src="https://1.bp.blogspot.com/-QT7w_0v6oag/YIRxvsYUGtI/AAAAAAAACEQ/ph95jbgoocQqIQ1aHDsP1WyTvxc64okXQCLcBGAsYHQ/s320/10606280_835639596456178_3113440703358306994_n.jpg" width="320" /></a></div><br /> </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><span style="text-align: justify;"> Es agradable regresar sobre nuestros propios pasos para volver a ve r la estela que vamos dejando en el proceloso oceáno de la red. Esas pequeñas piedras que dejamos sobre el camino para indicar que, en algún momento, estuvimos ahí. ¿Por qué ya no inicio como iniciaba cada una de las páginas de este álbum de anécdotas?, porque no espero que todavía haya sobre él miradas curiosas tratando de desentrañar mi mensaje. Tal vez es hora de redirigir la ruta y, aunque hable de lo mismo, de lo siempre, de mis temas favoritos, es hora de marcar el incio de una nueva etapa para mí y, por lo mismo, al ser nueva, manifestarla de otra manera, de la manera que me sea más natural y fluida. Quiero seguir hablando aquí de lo que me apasiona, por supuesto, y quiero hacerlo desde quien soy ahora, en este punto exacto del camino, mi camino. Y bueno, ha sido una década larga. Larga y pesada, tengo que reconocerlo. Una década en la que me perdí y tuve que aprender a reconocerme de nuevo. Una década de transformación a la que ingresé con mucho miedo y de la que estoy saliendo como nunca imaginé que lograría hacerlo. No, no soy completamente otra pero soy lo suficientemente diferente como para no poder reconocerme frente al espejo de mis recuerdos. Y si, hay nuevos intereses, nuevos descubrimientos y un enorme cansancio después de haber estado luchando contra lo inevitable sin ningún éxito, por lo que se puede deducir de lo anteriormente expresado. Hoy siento, percibo que estoy iniciando un nuevo camino, un camino que espero que me lleve a poder manifestarme con libertad y a favor de esa nueva persona que está en el alba de una nueva etapa de vida. Y no quiero añadir más al respecto porque este no es el espacio idóneo para hablar de esas cosas (quien quiera leerme hablando de asuntos más personales e íntimos acuda a las páginas vituales de mi Laberinto en LiveJournal). Porque, si regresé a Blogspot fue para hablar de Historia; si, así, con mayúscula.</span></div></span></div><p></p><p style="text-align: left;"> Todo aquel que me conoce sabe que, desde que yo tenía doce años, mi sueño fue ser historiadora y no cualquier historiadora, historiadora del mundo antiguo, en concreto de la Roma imperial. Primero, al preguntarme que quería ser titubeé entre decantarme por la ciencia o las humanidades pero pronto, una serie de factores me llevaron a preferir la arqueología, la egiptología y, finalmente, la historia del mundo antiguo. ¿Por qué realicé ese periplo intelectual dentro de un mundo orientado cada vez más a la técnica y a las ciencias?, lo hice porque desde niña me gustó el oficio del narrador de historias, del tejedor de momentos puntuales o extensos que tenían que ver con el devenir humano. Si, desde niña estaba hechizada con la palabra hablada y, aun más, con la palabra escrita que siempre se me hizo mágica porque parecía contener todo lo que yo ansiaba aprender y descubrir. Así fue como empecé a transitar por el mundo del conocimiento a través de la lectura. No, no voy a presumir de precoz porque no lo fuí. Fuí una niña muy imaginativa que necesitaba alimentar esa imaginación y muy pronto descubrí como hacerlo llegando a la pubertad. El contacto con la realidad era necesario si yo quería que mi mundo fue un mundo vivo y lleno de colores para poder alimentarme de él y vivirlo como si fuera la realidad misma. Por eso leía, por eso escuchaba a los adultos contar sus experiencias. Aprendía de segunda mano, si; pero aprendía a través de los otros y así fue como poco a poco fuí yo también incluyéndome temerosa en la realidad que no podía controlar. Me prometí a mi misma nunca arrepentirme de lo vivido y tomé mis precauciones para no hacerlo. Por supuesto, fuí extrema como cualquier persona joven. Extrema en la manera en que enjuiciaba los hechos, extrema en el orden asumido dentro de mi vida hasta que empecé a vivir experiencias que me enseñaron que el mejor camino era la flexibilidad y el no ser tan duro con uno mismo. Permití que los otros hicieran lo que les diera su regalada gana pero yo no me permití lo mismo porque podía arrepentirme y eso no estaba dentro del "script" de mi vida. Y así fue como llegué al punto que ahora estoy. Seguiré hablando de lo que yo me había propuesto hacer con mi desarrollo intelectual. Ser historiadora del mundo antiguo, de la Roma imperial. Todo fue bien hasta que llegué a México, ahí la vida tenía otros planes para mí, planes con respecto a quien era realmente yo. No, no pude convertirme en una historiadora con un título académico que avalara todos los años de estudios teóricos acerca de la disciplina que, mal que bien, logré acumular. Tampoco logré desarrollar mi tendencia a la narración escrita que tantas horas de mi vida había ocupado desde que tuve trece años. Solo me dediqué a acumular conocimientos, datos, fuentes por si algún día me servían para la gran obra que, según yo, iba concretar en mi futuro. Ese iba a ser el vestigio de mi paso por este mundo. Pero nunca, hasta ahora, he podido concretar nada que dejar como muestra del alcance de mi potencial creativo. No, no me decidí a hacerlo porque siempre dudé sobre si realmente sería capaz de lograr eso que tanto me había atraído desde que era niña: narrar, contar historias, historias de ficción y no ficción porque aun no me decidía con respecto al camino que tomar. </p><p style="text-align: left;"> Si, a pesar de mi formación universitaria, de toda la teoría histórica a la que tuve acceso, de toda la historiografía que leí en su momento, no me sentía lo suficientemente preparada como para acceder al mundo duro y áspero de la competencia académica. Me sentía más atraída por la libertad de la creación literaria, por contar las cosas a través de mi prisma y hacerlo creíble, tan creíble como una crónica histórica. Me sentía atraída por la psicología de los personajes históricos, me gustaba jugar a ponerme en sus zapatos para entender porque había sucedido eso de tal o cual manera y no podía haber sucedido de otra. Si, pasé horas y horas elucubrando posibles soluciones, soluciones creíbles, soluciones reales, a dilemas históricos y, para eso, hay que saber de Historia. Me enamoré de personajes históricos y viví, dentro de mi cabeza, vidas completas con ellos, con sus contemporáneos, dentro de sus tiempos, y para lograr eso hay que aprender y leer mucha Historia. Por eso, la Historia y yo estamos indisolublemente unidas, por eso me asumo como historiadora, porque me gusta la Historia y me gusta mucho porque la Historia me ha hecho vivir algunos de los mejores momentos de mi vida. Ahora bien, aunque tengo una formación académica y me remito a fuentes académicas serias para acceder a esos hechos que tanto me fascina recrear, el uso que más me gusta darle a mi conocimiento histórico es un uso eminentemente creativo y, porque no, recreativo; un uso que alimenta mi interior dándole color a mi mundo interno y, por ende, a mi vida. ¿Soy por lo tanto una historiadora seria y objetiva que hace todo lo posible por emplear un riguroso método científico para acceder al contenido del que trata la disciplina de la Historia?, eso trato, ciertamente; pero, cuando utilizo la Historia para crear y recrear, suelo, como bien se apunta, darme alguna que otra "licencia poética" con la previa advertencia de que lo estoy haciendo pues no me gusta engañar, tanto o más, como no me gusta ser engañada.</p><p style="text-align: left;"> Por último, y antes de concluir, fuí profesora de Historia de México a nivel bachillerato en algún momento de mi vida y voy a confesar que me gustó mucho serlo porque disfruto horrores la divulgación histórica, porque narrar los hechos históricos como si fueran ficción para que se queden mejor instalados en la mente de quien lo escucha es como convertirse un poco en el cronista, en el bardo, en el juglar de otras épocas que narraban los acontecimientos plagados de emociones y sentimientos que ayudaban a fijar mejor en la memoria el acontecimiento narrado. Eso, en lo que se refiere a la narración oral pero, de la misma manera, narrar la historia utilizando los recursos de la literatura (siempre que se respeten los principios de veracidad y objetividad necesarios para no caer en manipulaciones que justifiquen intereses espurios ajenos a la naturaleza intrínseca del relato histórico), es algo realmente hermoso pues el marco literario puede ser el mejor de los umbrales para poder acceder a un conocimiento histórico de calidad sin transitar por los, a veces, ininteligibles caminos de la narración estrictamente académica.</p>Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-37210208634872865392020-08-05T16:22:00.002-05:002021-04-24T12:07:22.712-05:00Pagina cuarenta y ocho: El tiempo y yo<div style="text-align: justify;"> <div class="separator" style="clear: both;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-QrkPYs7_gis/Xysizd9mz5I/AAAAAAAAAyY/YDP8UDAMFc4fQf_V6hrKNO3MRTEVc7tAACLcBGAsYHQ/s694/img_0754-0%2Bfluir.jpg" imageanchor="1" style="display: block; padding: 1em 0px;"><img border="0" data-original-height="496" data-original-width="694" src="https://1.bp.blogspot.com/-QrkPYs7_gis/Xysizd9mz5I/AAAAAAAAAyY/YDP8UDAMFc4fQf_V6hrKNO3MRTEVc7tAACLcBGAsYHQ/s640/img_0754-0%2Bfluir.jpg" width="640" /></a></div> Hace como dos años que no escribía en este blog teniéndolo más que abandonado. Me dediqué a escribir en mi blog de <i><b>Live Journal</b></i> y confieso que aun lo seguiría haciendo si no fuera porque acaba de ocurrir algo que me impide entrar a él para escribir. Tengo tres espacios personales para escribir en ellos. Uno dedicado a mis interioridades, otro a mi vida diaria y éste en el que trato asuntos de gustos y aficiones. Curiosamente el tema que quiero tratar hoy no es de gustos y aficiones, aunque sin duda los toca tangencialmente. El tema de hoy es uno de esos temas que tienen que ver más con mi laberinto interior que con lo que hago para sentirme a gusto conmigo misma y mi vida. Hace casi dos meses cumplí 59 años y empecé a vivir mis 60. Por eso titulé esta página: <i style="font-weight: bold;">El tiempo y yo </i>y por eso, también, no la inicié como suelo iniciar las páginas de este álbum. ¿Qué es el tiempo? Una invención humana, me dirán muchos y si, lo es pero también es una herramienta indispensable para medir a la vida, cualquier vida. El tiempo tiene su importancia en el desarrollo de diversas teorías físicas, como la de la Relatividad formulada por Albert Einstein, por ejemplo. Y tiene muchísima importancia cuando lo aplicas en el momento en que relatas tus experiencias y sus sucesos. El tiempo pasa, esos es alga que nadie puede negar ya que las horas se convierten en días y los días en años. El tiempo pasa, si, y cuando eso sucede uno crece, envejece y muere. Y, hasta el día de hoy, nadie ha podido detener el flujo constante de ese río al que llamamos vida. La única manera de instalarte en la juventud es muriendo joven, no conozco otra manera de conservarse eternamente joven en el recuerdo de los otros. Pero, no, no seguiré hablando de la muerte, ya que ese no es el tema; hablaré del tiempo y de mi relación con él. Primero, una confesión: desde niña he visto siempre hacia el futuro y he depositado mis esperanzas de una vida mejor en ese tiempo que nunca llega. Así es, me engolosiné con la Historia y las narraciones que tienen que ver con el pasado pero más como un ejercicio de imaginación en que las volvía mi futuro. Si, cuando me instalé en la pubertad empecé a contarme historias en las que yo era la protagonista viviendo ese pasado histórico como si fuera mi presente y mi futuro. Realmente deseaba que existiera la posibilidad de poder viajar al pasado para poder irme a instalar a cualquiera de mis épocas favoritas y así poder relacionarme y convivir con los personajes históricos que me seducían por algún motivo. Esa fue la razón por la que a los 12 años definí mi vocación de historiadora, porque la contemporaneidad no me atraía lo suficiente como para sentirme parte de ella. Sí, vivía en otro mundo y en otro tiempo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"> Pero, tener 12 años, y después 20, y más tarde 30, y aun 40, no me hicieron sentir que el tiempo iba desapareciendo de mi futuro. Cada vez tenía menos tiempo hacia delante pero no lo sentí con precisión hasta que cruce la frontera de los 50. Ese fue el momento en que me percaté de que, en efecto, empezaba a tener cada vez menos tiempo frente a mi y mucho más tiempo a mis espaldas. Si, la década de los cincuenta ha sido el momento en que me percaté y asumí que tenía ya un pasado compuesto por cinco décadas de vida en las que no había hecho otra cosa más que imaginar y soñar una vida diferente en tiempos diferentes con gente inventada por mí, es cierto, pero a partir de la lectura de muchos libros y la visión de muchas series de televisión y películas de cine. ¿Me arrepentí de haber vivido así?, no, fue tan placentero como creativo, aunque nunca lograse darle una vida concreta a esos sueños. No importaba, yo lo había decidido y eso es lo que realmente importaba. ¿Qué pasó entonces durante los cincuenta? En primera instancia dejé de ser fértil físicamente a los 52; después..., nada fue igual. Me detuve como nunca me había detenido en mi vida, o tal vez de lo que tomé conciencia fue de que ya no tenía sentido seguir viviendo así y todo lo que yo había construido para mi misma hasta ese momento, se vino de repente al piso sin que yo logrará construir nada nuevo. No, nada me salía, nada y así fue como mi vida se convirtió en un yermo al no sabía como revitalizar o reconstituir. Me sentía vieja, muy vieja para volver a utilizar la técnica de la huida imaginativa. Lo intenté y no pude, no pude contarme historias como las que me contaba años atrás. Era demasiado vieja para volver a ser la púber que necesitaba soñar con su propia vida.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"> En estos años después de los 52, he ido perdiendo, poco a poco, aquello que le daba sentido a mi vida de antes pero, lo peor del caso es que, a estas alturas no he sabido aun como reconstituirme, como rehacerme, como resucitarme del proceso de la cincuentena que es el que te ubica en un nuevo aquí y en un nuevo ahora. Es un proceso que te habla de que la vida sigue siendo vida pero ya no es, ni puede ser la que era. Un proceso que te empuja a redefinirte y a buscar un nuevo camino que te revitalice al interior de tu nueva realidad. Y aquí estoy, viviendo mi año número 60 mientras trato de hacer de mi presente la única opción de tiempo posible a través de implementar decisiones largamente meditadas. ¿Qué me espera en el futuro?, no lo sé y estoy trabajando también en el "no me importa". De momento no hay planes porque las desilusiones pesan y también cuestan. De momento quiero que mi vida fluya igual que un río, eliminando expectativas que nos anclan penosamente al fondo y no nos dejan fluir. De momento no quiero condolerme por lo que perdí, ni angustiarme por lo que nunca llegará. De momento quiero paz y tranquilidad para mi alma, para poder sentirme a gusto con la persona en la que finalmente me he convertido. Sé que, poco a poco, el camino se irá definiendo y, con él, el resto de mi vida. Y no dudo que entonces pueda recuperar lo que realmente ha sido valioso para mí desde que tuve uso de razón. Mientras, solo fluiré y trataré de disfrutar del viaje.<div class="separator" style="clear: both;"><br /></div></div>Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-88257411426617812072018-02-26T10:46:00.005-06:002021-04-24T12:07:00.084-05:00Pagina cuarenta y siete: La Quijotita y su prima. Historia muy cierta con apariencia de novela.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-Rg5-kHcZmTo/WpQ1mOIk-II/AAAAAAAAAeQ/fliKgpKmOuwyVcwO45pifvqOBD-TSQOUgCEwYBhgL/s1600/Captura-de-pantalla-2013-09-27-a-las-10.27.24.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="285" data-original-width="471" height="193" src="https://1.bp.blogspot.com/-Rg5-kHcZmTo/WpQ1mOIk-II/AAAAAAAAAeQ/fliKgpKmOuwyVcwO45pifvqOBD-TSQOUgCEwYBhgL/s320/Captura-de-pantalla-2013-09-27-a-las-10.27.24.png" width="320" /></a></div>
<br />
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX">Mi muy querido y recordado lector:</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX">Desde
el año pasado no me pasaba por aquí para dejarte mis impresiones
acerca de mis descubrimientos, o mis lecturas, con tintes o matices
históricos. Desde que hace meses me compré la obra de Fernández de
Lizardi (1776-1827) intitulada: </span><span lang="es-MX"><i>“La
Quijotita y su prima. Historia muy cierta con apariencia de novela”</i></span><span lang="es-MX">, no pude
apartarme de la cabeza el dedicarle una página en este </span><span lang="es-MX"><i>“Álbum
de anécdotas”</i></span><span lang="es-MX">. ¿Por qué?, porque
pertenece al delicioso género de la novela de costumbres que tantos
buenos momentos me ha hecho pasar desde que lo conocí, hace ya
bastantes ayeres, de la mano de Ricardo Palma. La novela de costumbres
tiene un profundo arraigo en la narrativa de lengua castellana en las
ambas orillas del Atlántico, aunque yo supe de ella y la he disfrutado
de este lado, del lado americano, en donde me he encontrado con
plumas portentosas como el ya mencionado Ricardo Palma, natural del
Perú, o el colombiano Tomás Carrasquilla cuya </span><span lang="es-MX"><i>“Marquesa
de Yolombó”</i></span><span lang="es-MX"> forma parte de mi propia educación continental y de mi imaginario juvenil. Una vez en México,
leí a Vicente Riva Palacio, a Guillermo Prieto y al singular Manuel
Payno, pero me faltaba hincarle el diente al padre del costumbrismo
mexicano: José Joaquín Fernández de Lizardi, quien nació como
novohispano y murió como mexicano siendo testigo presencial de un momento
especialmente convulso. Su obra, tanto literaria como periodística,
se la considera ya mexicana aunque parte de ella se publicó cuando
México era aun la Nueva España, de manera oficial, ya que no se había
consumado la Independencia. Sin ir más lejos, </span><span lang="es-MX"><i>“La
Quijotita y su prima”</i></span><span lang="es-MX">, se imprimió
por vez primera en 1818 aunque, como le sucedió a gran parte de la
obra literaria de Lizardi, ésta volvió a imprimirse inmediatamente después de la muerte de su autor con
algunas correcciones que las reubicaban mejor como obras ya mexicanas
de pleno derecho. En la obra que comento, lector mío, eso sucede con
puntual claridad pues, después de más de doscientas páginas en las
que no se mencionan hechos contemporáneos, ni revueltas o
rebeliones, de repente aparece una fecha que te ubica ya en el año
final del conflicto, 1821, que debió de añadirse posteriormente, si
es que la historia tuvo su primera publicación en 1818. Pero mi
idea no es sentar aquí cátedra acerca de los propósitos o
desvaríos de los editores de Lizardi al hacer semejante apaño, sino más bien de
hablarte acerca de las impresiones que me causó su lectura. Y allá
voy, si me lo permites.</span></div>
<div align="JUSTIFY" lang="es-MX" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<a href="https://www.blogger.com/null" name="_GoBack"></a><span lang="es-MX">La
trama tiene elementos de lectura moral para aleccionar al lector
pero, al encontrarse a dos siglos de distancia de nuestro propio
rango de lo permitido o no como usos sociales, no podemos más que
componernos un paisaje humano de una Ciudad de México, capital del
virreinato de la Nueva España, desde la perspectiva de un personaje sin nombre que es el
que cuenta la historia y que debe de ser el propio Fernández de
Lizardi metido a observador. Frente a mis ojos físicos y con ayuda
de los de mi imaginación, deambularon los protagonistas y
situaciones que eran el pretexto para hablar de la mala y de la buena
educación femenina representada en Pomposa, la Quijotita, y su prima
Pudenciana. La historia que se narra va del nacimiento a la tumba de
la particular protagonista a la que vemos crecer en medio de una vida
regalada llena de un despilfarro sin sentido. Pomposita tendrá la
vida que sus padres, don Dionisio y doña Eufrosina, le proporcionarán en
medio de cuidados extravagantes y pocas veces de provecho, mientras
Pudenciana, hija del militar don Rodrigo y de doña Matilde, la hermana de doña Eufrosina, será criada de una forma ideal que le proporcionará una
vida sensata. Aquí, lo importante no es si Pomposa se pierde por su
mala educación o si Pudenciana llega ser la hija perfecta, ya que en
aquellos momentos, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, la moral
aun imponía normas estrictas destinadas a proteger el famoso honor
que residía en la conducta de la mujer frente al juicio social. Aquí
lo importante, por lo menos para mí, es encontrarme con los usos y
costumbres de una sociedad que raramente se retrata, si no es
utilizando la pluma literaria que finalmente es la que tiene la
misión de congelarla en el tiempo. Leyendo a Fernández de Lizardi
me di cuenta que en esos momentos, aun se llevaba a cabo en México
el sacrosanto ritual de la siesta, que los bailes y paseos eran
frecuentes entre la gente de dinero y que, aunque la imagen choque un
poco con la que tenemos de aquellos ayeres, había mujeres que
cabalgaban como hombres poniéndose pantalones bajo sus faldas. La
lectura me hizo entrar en el mundo de las <i>“chichiguas”</i> y
<i>“pilmamas”</i>, palabras de origen náhuatl que señalaban a las
nodrizas y a las nanas que criaban a los niños en sus primeros años.
Lizardi critica aquí que las mujeres de cierta posición, una vez
paridas, se deshacen de sus hijos a los que ponen en los brazos de
mujeres, la mayoría ellas ignorantes y descuidadas, que en la
mayor parte de los casos era un milagro que lograran sacar adelante a
los niños. Después recomienda que no se lleve a las niñas antes de
tiempo a la “amiga”, nombre que recibía la profesora encargada
de enseñarle los niños, que solían contar entre los cinco y siete años, las primeras letras, pues esa
primera instrucción podía perjudicarle a la niña en vez de resultarle
provechosa. Pomposa es educada por una madre dominante y un padre
débil que no sabe hacerle frente a los caprichos de su mujer
mientras pasa por variados escenarios que darán la oportunidad a don
Rodrigo, el padre de Pudenciana, de ir desgranando sus doctas
opiniones acerca de la educación femenina.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX">Y, por
si hay entre quien pose sus ojos en este texto deseando encontrar un
botón de muestra para saber de hablaba Fernández de Lizardi, voy a
transcribir un poco del capítulo XV que habla de la boda de unos
rancheros, él llamado Nicolás y ella llamada María Antonia, en
donde se describe, entre muchas otras cosas y para deleite mío, como iban vestidos los novios.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
“<span lang="es-MX"><i>(…)
Culás estaba de gala con sus calzones de pana azul galoneados y bien
surtidos de botones de plata; unas buenas botas picadas y bordadas de
oro y azul; sus zapatos abotinados de cordobán, de los que llaman de
boca de cántaro, una muy curiosa cotona de indianilla verde
guarnecida de listoncito de color de rosa; su mascada del mismo
color; su sombrerito redondo, pardo y con toquilla y galón de plata;
concluyendo este lujo con una famosa manga de paño azul con dragona
carmesí y galones y flecos de oro.</i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i><br /></i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i>La
novia no estaba menos decente en su clase, porque tenía un traje de
indiana fina de fondo lacre; su mascada de las que llaman de arco
iris, sus aretes de piedra inga muy relumbrantes; unos tres o cuatro
hilos de perlas finas, aunque menudas, sus cintillos de iguales
piedras que sus aretes; una porción de listones en la cabeza, que
sujetaba una peineta de carey, y remataba su compostura con unas
medias de seda, nuevas de primera, y unos zapatos de raso color rosa
bordados de plata.</i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i><br /></i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i>Culás
era un mocetón alto y bien formado, rubio y como de veintiséis años
de edad, y Marantoña (…) sería como de diez y ocho, o diez y
nueve, gordita, no muy alta, pero sí blanca, huera, colorada y con
unos ojos grandes y negros, los que, juntos a una buena tez de cara y
a una boca pequeña encarnada y habilitada de buenos dientes, hacían
una figura agradable.</i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i><br /></i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i>Luego
que pasaron las humildes salutaciones de todos aquellos pobres, sacó
doña Eufrosina un túnico negro, una mantilla y un abanico, todo muy
bueno como que era de gala, y quería que luciera la ahijada de su
hermana; pero ésta, luego que entendió que la iban a vestir con
aquella ropa, poniéndose más colorada de lo que era, le dijo:</i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i><br /></i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i>-¡Ay!,
no, señora; con su licencia no me pongo esos sacos prietos. Esos se
quedan para las señoras como su merced, pero ¡para mí que soy una
probe paya! En mi vida me he puesto eso; ¿qué dirán mis amigas si
me lo ven puesto? Ya parece que las oigo. Dirán: “Miren la
ranchera motivosa; ayer andaba arreando vacas con sus naguas de
jerguetilla y agora sale izque con túnico negro, como una marquesa o
una conda”. Así dirán, y otras cosas más peores. Conque no,
señora; yo iré a la iglesia con mi rebozo de seda que me ha
comprado mi señor padre, y que se queden esos vestidos para los
ricos, o para los probes que quieran ser redículos.</i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i><br /></i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i>En
el camino decía el coronel a doña Matilde:</i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i><br /></i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i>-¿Has
de creer que me gusta la novia?</i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i><br /></i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i>-¡Hola!,
¿te gusta?, pues cásate con ella.</i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i><br /></i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i>-No
es eso lo que te digo. Me agrada en ella su carácter sencillo y su
juicioso modo de pensar. ¿No oíste que oportuna lección de
conformidad dio a más de cuatro que la escuchaban cuando rehusó a
ponerse el túnico negro? Esta es mucha humildad y moderación en una
payita joven, de quien se debía esperar que estuviera deseosa de
parecer bien y de componerse, aunque fuera de prestado, como lo hacen
tantas, aunque no estén de boda; pero María Antonia ha conocido la
vanidad de este deseo, y no quiere exponerse a que sus iguales,
envidiosas de su decencia, se la murmuren llamándola rota y
motivosa, como ella misma dice”.</i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX"><i><br /></i></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span lang="es-MX">Y
hasta aquí lo dejo por hoy, lector mío, con la promesa de regresar
en cuanto tenga otro motivo por el cual llamar tu atención. Espero
que la Quijotita haya picado tu curiosidad hasta el punto de desear
adentrarte en sus páginas tal y como yo lo hice. De ser así, no te
demores en leerla y disfrutarla a cabalidad como bien se merece</span>.</div>
<br />Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-45129617082290007642017-04-08T16:03:00.003-05:002021-04-24T12:06:29.237-05:00Página cuarenta y seis: Calentando motores<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-ka16Oqy9MVg/WOlOzzMxubI/AAAAAAAAAdY/A3eQggc1sLwxRLOEXcPuYnoobRmxcPUNACEw/s1600/IMG_20170402_143916_197.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://1.bp.blogspot.com/-ka16Oqy9MVg/WOlOzzMxubI/AAAAAAAAAdY/A3eQggc1sLwxRLOEXcPuYnoobRmxcPUNACEw/s320/IMG_20170402_143916_197.jpg" width="256" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Mi muy querido y recordado lector:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hacía un buen rato que no me pasaba por las páginas de este álbum para comentarte lo último que andaba dándome vueltas por mi mente. Te dejé en noviembre y ya estamos casi medidados de abril del siguiente año. Hoy no te hablaré de la Historia en ninguna de sus variantes, tampoco de un libro leído y su interesante contenido. Te hablaré de lo que pienso hacer con una tela que compré en enero y que hasta ahora no supe que hacer con ella. Pero antes de empezar, comparto contigo unos antecedentes que seguro sabrás apreciar. Desde muy niña me interesaron los vestidos antiguos, sí; esos vestidos que hasta el día de hoy mi madre sigue catalogando como "disfraces". Mis mejores momentos desde la niñez, los más felices, así como los de mi adolescencia, tienen que ver con esos juegos de "recreación" de otras épocas que disfrutaba yo sola porque nunca he tenido quien comparta conmigo esos viajes al pasado. Yo sola y mi alma, encerrada en el cuarto de mi abuela probándome sus guantes hechos a ganchillo que aun conservo y que datan de finales de la década de los Cuarenta. Jugaba con sus abanicos, con sus mantillas, me ponía sus pendientes largos y me inventaba historias en las que yo era la protagonista mientras me veía en la luna del espejo de su tocador. también me ponía las faldas largas de terciopelo de mi madre y sus blusas blancas mientras me imaginaba que vivía a principios del siglo XX. Llegué incluso a hacerme una falda de polisón con unos almohadones y unas sábanas. Jugaba sola y me inventaba historias mientras me reflejaba en los espejos, es cierto, y todo eso sucedió durante la década de 1970. Vivía dentro de mi mente y lo único que deseaba era que un milagro me llevara a vivir en la realidad todas esas historias que sucedían en el interior de mi cabeza y que se volvían momentáneamente realidad solo cuando dibujaba o escribía, por ejemplo. Entonces crecí, no de golpe porque tardé mucho en hacerlo interiormente ya que no tenía ninguna prisa por alcanzar ese mundo adulto que me seducía tan poco; pero si, tuve que crecer porque fue inevitable, aunque seguí soñando con mis cosas e inventándome historias en las que yo era la protagonista mientras conocía y convivía con personajes de otras épocas. Y, de repente, cuando la vida iba encauzando mis ansias soñadoras por otros derroteros, me tropecé con el recreacionismo histórico en el 2006. Estaba que no me lo podía creer; entonces ¿había otras personas que eran como yo? Finalmente había encontrado la manera de materializar, ahora si, mis sueños de toda la vida. Solo, lector, que como buena historia humana, ésta también tenía un "pero". A mis 45 años vivía del lado equivocado y, aunque me entusiasmé brevemente y encontré un par de personas que parecían gustarles lo mismo que a mí aquí en México, me di cuenta que no era así, tal vez el tema se asemejara pero la coincidencia no iba más allá. Así pues no ha habido manera, hasta ahora, de poder integrar un grupo serio y formal que esté dispuesto a vivir el recreacionismo histórico en México, tal y como se vive en otras partes. No sabes lo mal que me llegué a sentir hasta que entendí que, tal vez, lo mío, mío, no pasa de ser, eso: "jugar" sola y adaptarme a las circunstancias lo mejor que pueda si quiero ser tan feliz como recuerdo haberlo sido en el pasado cuando fuí niña y adolescente. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y entonces, ¿cómo sacar adelante eso que está dentro de mí en referencia a esa vuelta al pasado y mostrarlo al resto del mundo? Después de mucho pensar, de mucho arrepentirme y de regresar al mismo punto de partida que me dejaba sin aliento, acabé diciéndome: "A ver, conoces a excelentes recreacionistas que hacen maravillas, esas maravillas con las que siempre soñaste y que intestaste tú misma aprender a hacer, apoyada por un grupo que finalmente se volvió humo. Si no hay grupos a los que pertenecer, ni eventos en los que participar, ni nada que te motive a hacerte cosas históricas con auténtico rigor, ¿por qué no te haces "cositas" que puedas usar sin llevar corsé y que puedas sacar de paseo cualquier día? Vestidos, blusas, faldas, ¡hasta pantalones!, que cuando la gente te vea te pueda decir que lo que estás usando parece de tal o cual época, aunque no lo sea, pero que se pueda reconocer de donde procede tu inspiración". Y justo aquí, en este punto, es en el que me hayo con un par de telas que me compre este enero y que quiero convertir en un vestido. La idea original era hacerme algo inspirado en la moda de 1917 por la cantidad de aniversarios históricos que se celebran este año y que empiezan en el centenario de la Constitución Mexicana en febrero y acaban con el estallido de la Revolución Rusa en octubre, pero me di cuenta que estaba forzándome a permanecer en la época del corsé y bueno, me "desencorseté" diciéndome: "¿Y por qué no intentar algo de los Veinte? Algo modesto, por supuesto, que puedas sacar a pasear antes de que lleguen las lluvias este año". Y en esas estoy, buscando la inspiración que finalmente se convierta en un vestido cómodo y elegante para usar con un poco de tacón, nada más. Algo que me haga sentir contenta, muy contenta y sobre todo feliz. Algo que cuando me vea en el espejo con él puesto me haga decir: "¿Lo ves? Si puedes hacerlo, solo es cuestión de que te decidas y te pongas manos a la obra hasta terminarlo. ¡Ah! y te ves fabulosa, no lo olvides, ¿eh?". Porque una puede verse fabulosa a cualquier edad, así esté a punto de cerrar el ciclo de mis 56 e iniciar el ciclo de mis 57 este próximo junio.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Gracias una vez más por leerme y en la medida en que tenga algo que contarte, aquí me tendrás de nuevo dispuesta a hacerlo, lector mío.</div>
Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-62799427067120376592016-11-04T21:33:00.001-06:002021-04-24T12:06:04.529-05:00Página cuarenta y cinco: Día de Muertos<div class="separator" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;">
<img border="0" height="320" src="https://3.bp.blogspot.com/-EIOTRpnBJmc/WB1Tj0BHGKI/AAAAAAAAAcg/0PDpKG9x1FIIO6otpa128vBIDOAoe2yAwCEw/s320/20161025_100302.jpg" width="192" /></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Mi muy querido y entrañable lector:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Desde abril de este año que no te dirijo unas palabras, y bueno, ya que estamos en noviembre -y aunque sea en un viernes por la tarde- me dirijo a ti casi al final de esta extraña semana partida por la mitad. Y es precisamente de ese punto en que la semana se partió en dos, de lo que te quiero hablar, o mejor dicho, escribir. En el mundo globalizado en el que nos encontramos y en donde nuestra sociedad occidental está hoy cargada de sincretismos inevitables, las tradiciones se unen, se amalgaman y, como no puede ser de otra manera, producen síntesis que no siempre nos agradan. Digo esto porque el tan famoso Día de Muertos mexicanos está convertido ya en un producto más de exportación con toda la carga mediática que amerita un producto cultural contemporáneo. El Día de Muertos nació como hijo del afortunado, si, afortunado mestizaje, de las grises, pesadas y contundentes tradiciones peninsulares hijas a su vez de otro "encuentro" cultural entre la raíz pagana mediterránea y el sincretismo religioso judeocristiano; y la fuerza espiritual de la arraigada tradición prehispánica que también recibía a las almas de sus muertos por estas fechas. La fortuna del mestizaje radica en su ligereza, en el color, en la forma tan íntima y familiar como se recibe a los espíritus de los difuntos convencidos de que se les permite departir, durante un breve tiempo, el mismo espacio físico que ocupan los vivos. Esta tradición surgió en ese periodo de incubación histórica de la identidad nacional que fue el Virreinato de la Nueva España. Una época larga de casi tres siglos exactos, el XVI, el XVII y el XVIII. El siglo "sandwich", por denominarlo de alguna manera, fue el siglo en que aparecieron los primeros brotes de "criollismo" en la sociedad novohispana que, después de tener que adaptarse a los importantes cambios de pensamiento que se dieron durante el siglo XVIII, dio a luz a las diferentes luchas emancipadoras de las primeras décadas del siglo XIX. Pues bien, la tradición genérica del Día de Muertos, hunde sus raíces en el tiempo antes de que México empezara a ser reconocido como tal y ha ido transformándose, poco a poco, conforme a las exigencias de la sociedad. En el siglo XIX, el Día de Muertos era algo más íntimo y familiar. Se les compraban los dulces, en forma de calaveras y huesos, a los niños, es cierto, pero cada quien, a su manera, honraba a sus difuntos. Tuvo que llegar el siglo XX para que la uniformidad de la expresión saliera a la calle preocupada por no sucumbir ante las tradiciones extranjeras, como el "Halloween" gringo que no dejaba ser una invención norteamericana inspirada en el "Samhain" celta.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Yo llegué a México a principios de la década de 1980 y fue entonces cuando conocí un Día de Muertos genérico para consumo nacional debatiéndose en enconada lucha contra el extranjerizante "Halloween". Los niños se disfrazaban e iban de puerta en puerta pidiendo su "calaverita". Si, su "calaverita", que podían o no ser dulces ya que había quien les daba dinero. ¿Cómo estuvo la última transformación de esta tradición mexicana? Sucedió ya en el siglo XXI cuando en el sur de los Estados Unidos se empezó a celebrar el Día de Muertos igual que se celebra el 5 de Mayo, como una fiesta descontextualizada que permite todo tipo de curiosas novedades que nada tienen que ver con la verdadera tradición. Es así como hace unos años empezaron a pintarse el rostro como calaveras llenos de detalles que se inspiran en los adornos florales de las tradicionales calaveritas de azúcar, rematando la imagen con un tocado floral a lo Frida Kahlo, actual icono cultural mexicano con calidad de exportación. No tiene mucho que esa tradición se importó de allende de Río Bravo siendo ahora lo que se podría denominar como lo último en "huaracha" en cuanto a la temática obligada en los Días de Muertos. Pero aun faltaba un colofón inevitable cuando las autoridades populistas que gobiernan a la Ciudad de México decidieron este año realizar un espectacular desfile a lo "Spectre" -título de la última película de la serie de James Bond- ya que, argumentaron, los turistas venían a esta ciudad en busca de lo que se veían en la película y, al no encontrarlo, regresarían a sus casas tan decepcionados como engañados, supongo. Este primer desfile, hijo de la globalización de la cultura occidental, significó dinero gastado en lo que más le gusta los vivos de éstas y otras muchas latitudes: la fiesta y el entretenimiento que los libere de sus responsabilidades diarias y los haga sentir felices en un momento tan especialmente crítico como el actual. Dicen que este primer desfile atrajo a un cuarto de millón de espectadores curiosos de los cuales dudo mucho que la mayoría fueran turistas ansiosos por encontrarse con la estética de la película de James Bond reconocida como parte de la tradición auténtica del pueblo de México.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por supuesto, obvia decir que yo no fui al Centro Histórico de la Ciudad de México hasta el mero 2 de noviembre, día de Todos los Santos, cuando llegué al histórico Panteón de San Fernando para presentar mis respetos a quienes aun duermen allí el sueño eterno. La atmósfera era diferente, más calmada, más íntima y mucho más gratificante. De ahí pegué el brinco para ver el París de Toulousse Lautrec en el Palacio de Bellas Artes. Más tarde, comí enchiladas de mole en el Sanborns de la calle de Isabel la Católica y me regresé, caminando apresurada, hasta el metro que me llevó a casa. Para mi fue un buen día en el cual, si bien es cierto que no pude estrenar el vestido ando cosiendo, si cumplí con mi programa disfrutando de mi tiempo. Y aquí acabo por hoy, lector mío, deseando que estas palabras mías hayan sido de tu agrado.</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-83361435965274630762016-04-05T11:39:00.003-05:002021-04-24T12:02:40.901-05:00Página cuarenta y cuatro: Un crimen sentimental<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://t0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcSvZA5xcgRsUzq_otitzT9bhs1JtZdpfsOxfzMDO32LfGgmwySf" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://t0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcSvZA5xcgRsUzq_otitzT9bhs1JtZdpfsOxfzMDO32LfGgmwySf" height="320" width="202" /></a></div>
Mi muy querido lector:<br />
<br />
Me sumerjo de nuevo en las profundidades históricas para tratar un tema que, si bien no corresponde de lleno al siglo XIX, digamos que su trascendencia si lo hizo pues se alargó hasta las primeras décadas del siglo XX. El motivo de esta nueva página es el de acercarte a la experiencia que viví gracias al contenido de un libro escrito por John Brewer titulado: <i>Un crimen sentimental. Amor y locura en el siglo XVIII</i>. La experiencia comenzó justo en el momento en que lo hallé en el reciente remate de libros en el Auditorio Nacional este pasado marzo. Como últimamente he empezado a leer muchos libros pero ninguno ha logrado atraparme en su contenido, tomé el ejemplar con bastante desgana preguntándome si no sería un titulo más que añadir a la larga lista de lecturas fallidas en estos últimos meses. El título prometía pero hay muchos títulos que prometen y que dejan la ilusión del lector al interior del hoyo negro de la desgana; sin embargo, esta vez me encontré con un tema apasionante, muy bien tratado y con una narración ágil y entretenida. ¿De qué va ese texto?, de un suceso que conmocionó a la buena sociedad londinense de 1779 ya que involucraba a la conocida concubina -o "demi rep" como se les solía llamar en ese momento- del cuarto conde de Sandwich, a la sazón Primer Lord del Almirantazgo, y a un hombre respetable pero enloquecido por el amor no correspondido que sentía hacia esta mujer. Si piensas en un hecho de sangre, mi querido lector, acertarás ya que el 7 de abril de 1779, a las puertas del Convent Garden, Martha Ray fue asesinada por el reverendo James Hackman. ¿Y que de importante tiene éste hecho de nota roja para que se haya publicado un libro más de doscientos años después hablando de él? Importancia histórica solo tiene en la medida en que nos habla de un evento que, como dice al principio de esta página, conmocionó a la buena sociedad londinense de la época; pero, su importancia historiográfica, en estos momentos, lo vuelve más relevante ya que John Brewer, el autor, escoge el hecho para explicarnos como es que se va transformando la manera de comprender lo sucedido generación tras generación y las implicaciones que esto conlleva. Para mí, caro lector, este texto resultó ser una verdadera golosina intelectual, un auténtico descubrimiento que va en el sentido de afirmar lo que siempre he sostenido acerca de la veracidad de la Historia, así, con mayúscula, y la función que esta veracidad cumple en el proceso historiográfico.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero, hay algo más que extraje de esta interesante lectura y ese algo es, sin duda ninguna, el descubrimiento de una historia íntima y sentimental que yo desconocía por completo. Empezaré diciendo que la vida de Martha Ray se parece a muchas otras vidas femeninas que en el siglo de los Jorges, en Inglaterra, se encumbraron de la pobreza a la riqueza gracias a una sola particularidad: llamar la atención de un hombre poderoso o, por lo menos, en este caso en específico, a un hombre de buena cuna. Martha Ray era sombrerera, una profesión que en el siglo XVIII, en Londres, parecía ser la actividad más adecuada para establecer contactos de todo tipo entre los diferentes estratos sociales. En concreto, Brewer menciona que la palabra "sombrerera" llegó a ser casi sinónimo de alcahueta en ese siglo en Inglaterra. Pues bien, Martha Ray era sombrerera y conoció al cuarto conde de Sandwich cuando éste tenía ya una muy bien fundamentada fama de libertino y de incansable actor político. Sandwich había sufrido en su juventud un fuerte revés de fortuna en su entorno familiar ya que su esposa se volvió loca al poco tiempo de casados y él se consoló en los brazos de cuanta mujer pudo. Aun así, la relación que sostuvo con la agraciada Martha, no fue una relación circustancial sino una especie de concubinato que la elevó al rango de "semi respetable" -"demi reputation" o "demi rep"-. Por supuesto, el campo de acción de una "demi rep" tenía sus límites ya que no podía traspasar las fronteras de los estamentos sociales de la época, dicho de otra manera: podía ser la administradora de Hinchingbrooke o compartir el entorno doméstico de Sandwich en el Almirantazgo pero ciertamente no podía ser tratada como la igual de ninguna Lady lo cual hacía que el círculo de Martha Ray se restringiera a la sociedad que el propio Sandwich le proporcionaba cuando se hacían esas inolvidables fiestas en la casa campestre del cuarto conde de Sandwich en donde departía con cantantes, escritores, científicos e intelectuales. Ella misma parecía tener una voz de soprano tan buena que llegó a pensar en independizarse de la tutela de su protector convirtiéndose en cantante de ópera. Por supuesto, eso nunca sucedió ya que la propia Martha utilizaba ese argumento para presionar al aristócrata, que era el padre de todos sus hijos, con la intención de que Sandwich dejara bien protegida a su descendencia. La vida de Martha era pues una vida tranquila y cómoda como amante de un hombre connotado y como madre de familia aunque, por supuesto, tenía sus sinsabores sociales al no ser aceptada por el gran mundo aristocrático de la Inglaterra georgiana ya que solo se trataba de una "demi rep". Su discreta vida se hubiera diluido en el mundo de las anécdotas de alcoba si no hubiera tenido el final que tuvo. Martha era una mujer atractiva para su época y era natural que tuviera pretendientes que se animaban a acercarse a ella para beneficiarse de su intimidad con el conde de Sandwich, pero Martha era una "semi respetable" así que, aunque su nombre se vio envuelto en ciertos asuntos de tráfico de influencias y negocios no muy claros por parte del Almirantazgo, nunca se pronunció dentro de "chismes" de sociedad que tuvieran que ver con alguna infidelidad por su parte. Al contrario, mientras vivió, ni siquiera la sombra que sobre ella proyectó la locura amorosa del reverendo Hackman pudo hacer dudar de su infidelidad.</div>
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<br /></div>
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Y aquí es donde entra el tercer personaje de este triángulo amoroso. James Hackman, cuando conoció a Martha Ray en una de esas inolvidables fiestas de Hinchingbrooke en 1775, era un militar trece años menor que ella con quien conversó animadamente. James se sintió muy atraído por Martha y mantuvieron una amistad que se desarrolló en varios encuentros ocasionales hasta que James fue trasladado con su regimiento a Irlanda. De Irlanda regresó para convertirse en reverendo y, en este regreso, aunque James hizo hasta lo imposible por volver a ver a Martha, ésta se negó ya que existía el antecedente de que James le había pedido matrimonio a ella y ella se había negado. Todo esto se sabe por comentarios de terceras personas y, por supuesto, por una breve relación epistolar de muy pocas cartas, de él fundamentalmente. El chiste es que ella había decidido no volver a verle más para que no insistiera sobre algo que no tenía ningún sentido. James, ante la negativa de Martha, decidió suicidarse y hacerlo frente a ella, escribió un par de cartas que dejó con su cuñado y cargo dos pistolas que se llevó consigo al encuentro fatal del Covent Garden. ¿Por qué dos pistolas si solo tenía la intención de suicidarse? En el juicio que se le siguió como asesino de la amante del conde Sandwich, se manifestó que fueron dos por si una fallaba, cosa que, según parece, en la época era algo bastante frecuente. Sin embargo, lo que se planeó como un suicidio acabó siendo un asesinato y James Hackman, arrepentido, asumió las consecuencias perdiendo asimismo la vida en el patíbulo. Brewer sabe como trasmitirnos la sensación de estupor que causó este hecho en la buena sociedad londinense y también nos lleva de la mano para que veamos como en siglos posteriores este "romance" se transformó, primero, en un caso de estudio científico sobre por qué James Hackman reaccionó como lo hizo para cometer el crimen y luego, más tarde, se convirtió en un tema literario que terminaría hablando de un amor frustrado. Solo hasta finales del siglo XX, cuando la historia amplió sus temas de estudio dando énfasis a la historia social del periodo, resurgió la curiosidad por regresar a Martha Ray y a James Hackman tal y como lo hace John Brewer en este libro cuya lectura recomiendo ampliamente. Quisiera seguir mostrándote mucho más de lo que el texto encierra, lector mío, pero no quiero extenderme más para ver si así logro picar tu curiosidad y provocar su lectura tal y como yo lo hice. Y no, no creas que he olvidado la promesa que te hice respecto a Guillermo Prieto. Déjame solo que se me disipe un poco la emoción de esta extraordinaria lectura y que pueda volver a centrarme en mi bienamado siglo XIX mexicano.</div>
Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-80169854741428168232016-03-23T13:26:00.001-06:002021-04-24T12:02:03.865-05:00Página cuarenta y tres: Sueños de baile<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://2.bp.blogspot.com/-aJlXoDW8tnc/VvLtSp65JdI/AAAAAAAAAbw/OGt96VbAGJI8EicpbybAs9CaduFNIkCgQ/s1600/10400949_39499819496_8679_n.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://2.bp.blogspot.com/-aJlXoDW8tnc/VvLtSp65JdI/AAAAAAAAAbw/OGt96VbAGJI8EicpbybAs9CaduFNIkCgQ/s320/10400949_39499819496_8679_n.jpg" width="255" /></a></div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
Mi muy querido y apreciado lector:<br />
<br />
Espero que me perdones mis largos silencios pero a veces la vida solo discurre en forma de pensamientos y, por lo tanto de un diálogo muy íntimo entre la que soy por fuera y la que soy por dentro. Han sido años difíciles de tratar de recuperar un control que espero haberlo hecho de una forma satisfactoria, en primera instancia para mí y después para ese mundo con el que convivo y que es el que me suele sufrir, con mayor o menor estoicismo, mis exabruptos de carácter. Lo confieso, no soy una perita en dulce, como se suele decir por estos lares pero, como tengo otros espacios cibernéticos para esos menesteres de autoexplicarme, mejor entro en materia y no aplazo más el momento de hablar de lo que deseo. ¿Y de que deseo hablarte hoy? pues de un sueño que tuve despierta mientras escuchaba y tarareaba así, por lo bajo, el que escogí para que fuese mi vals favorito de toda la ingente producción musical de la familia Strauss: "Rosas del Sur". Era inevitable que las imágenes fueran formándose en mi mente al ritmo del tres por cuatro y que de esas imágenes se hilara un deseo y de ese deseo llegara a una historia a mi cabeza. Una historia sin principio ni fin, más bien un pedazo de "película mental" que ya he visto en otros momentos de mi vida. Una historia con una protagonista -yo misma- y con una locación exacta: el Casino Español de la Ciudad de México ubicado en la calle de Isabel la Católica. Si, escuchaba el vals, ¡mi vals!, cuando empecé a decirme a mi misma que, si tuviera dinero, mucho dinero, o al menos la posibilidad de conseguirlo, haría realidad uno de esos sueños imposibles que han vivido en mí durante décadas y décadas: haría realidad ese baile que solo ha existido en mis sueños. Un baile con orquesta, en un gran salón y, por supuesto, conmigo como anfitriona, apareciendo como esa gran señora a la que aspiré a convertirme desde que era una niña. Cuando pertenecí a la Sociedad Victoriana Augusta reviví ese sueño, aunque nunca pudo volverse realidad del todo porque en México no existen las condiciones para hacer florecer el recreacionismo histórico y así poder vivir la reconstrucción del ayer a través de eventos en lugares más o menos de la época. Sin embargo, esta mañana, mientras me vestía para irme a trabajar y mientras escuchaba el vals de Johann Strauss, hijo, volví a fantasear con ese baile en el Casino Español que aun no se produce. Tengo una amiga, a la que conocí en la anteriormente citada Sociedad, que va a hacer un baile en un palacio de Madrid como evento público. Un baile al que asistirán más amigos míos junto con esta amiga llamada Inma. Asistirán: Rosario, Eva, Pedrete..., y yo aquí, a miles de kilómetros del otro lado del océano soñando con un baile como el que se llevará acabo en Madrid este año. Bueno, si soy honesta, mi baile, el baile de mi mente, no es precisamente un baile de la época del Imperio napoleónico -o de la Regencia inglesa-. Y no puede serlo porque sería un baile que transcurriría bajo la mirada de dos retratos, el de una madre y un hijo, ambos reyes de España durante el siglo XIX. Ella, la desterrada por la Gloriosa. Él, el carismático Alfonso, el de Merceditas, el de la Restauración. Y yo me veo ahí bailando valses, polcas, mazurcas y rigodones vestida como "Doña Virtudes", la viuda de Alfonso, con un vestido negro con flores amarillas en el escote, colores ambos emblemáticos de la añeja casa de los Habsburgo. Porque así es como me veo vestida, sobria, de negro pero con un toque de color para alegrar la mirada de los circunstantes al mismo tiempo que me haría ver como la señora que soy a mis cincuenta cuatro años. Sé que en las páginas de este álbum guardo saberes y recuerdos, así como expreso en él planes que a veces, la mayoría de las veces, por desgracia, se quedan solo en eso, en planes que no concreto porque ni la vida ni las ganas me dan para ello. Por eso, porque es un álbum de historias y de sueños, dejo aquí esta flor de encanto decimonónico esperando que un día florezca y se convierta en experiencia vivida lo que hoy solo es un anhelo. Prometo otro día, lector mío, paciente lector mío, volver a este álbum a hablarte de mi presente lectura cuyo tema no dudo que pueda interesarte. ¿Conoces a Guillermo Prieto, el inolvidable "Fidel" de los periódicos mexicanos de mediados del siglo XIX?, pues ahora ando llevando con él una sabrosísima conversación a través de mis ojos. Conversación que, si gustas, podré comentarte en otra ocasión para hablarte de un México que fue y que me encanta visitar de vez en cuando a través de la lectura, las imágenes y los lugares físicos como este interesante Casino Español que fue fundado en 1863 y cuya actual sede ocupa el predio que fue el de la iglesia del Espiritu Santo derriba por la piqueta del imparable progreso porfirista de finales de ese siglo que tanto me gusta. Aguarda con tu proverbial paciencia mi próxima entrega con una página más de álbum de anécdotas.</div>
Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-7713072193957823672015-07-03T10:50:00.002-05:002021-04-24T12:01:38.906-05:00Página cuarenta y dos: Porfirio José de la Cruz Díaz Mori. Cien años después.<div class="Standard" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://sobre-mexico.com/wp-content/blogs.dir/15//2013/05/Porfirio-Diaz.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://sobre-mexico.com/wp-content/blogs.dir/15//2013/05/Porfirio-Diaz.jpg" height="240" width="320" /></a></div>
<div class="Standard" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Andalus; mso-bidi-font-family: Mangal;"> <span style="font-family: inherit;"> Mi muy querido y apreciado lector:</span></span><br />
<span style="font-family: Andalus; mso-bidi-font-family: Mangal;"><span style="font-family: inherit;"><br /></span></span></div>
</div>
<div class="Standard" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; mso-bidi-font-family: Mangal;"> Después de este último
silencio, regreso con nuevos bríos para comentarte que tal estuvo este centenario
luctuoso con tintes nostálgicos. Pues bien, cien años después de muerto,
nuestro querido amigo sigue dando guerra. ¿Cómo es eso?, te preguntarás. Pues
ya sabes que quien nace con el sable en la mano, ni muerto lo abandona. Y así
fue como nació Porfirio ese 15 de septiembre de 1830 en la ya entonces Ciudad
de Oaxaca, la antigua Antequera virreinal, hijo de madre indígena mixteca y
padre español o descendiente de españoles. Niñez común y adolescencia cargada
de sueños de grandeza que se veía alcanzando por medio de la vida civil, así
como lo había hecho ya su coterráneo Benito Juárez que vino a demostrar que
el origen humilde e índigena no tenía porque ser un impedimento para insertarse en una sociedad
estamental como lo era la de Oaxaca en aquel momento. El lema de aquellos ayeres era
el progreso. Todo pendía y se orientaba hacia esa línea recta de desarrollo
continuo que marcaba el éxito social, económico y, sobre todo, personal. Pues bien, Porfirio quiso ser abogado,
profesión liberal que ayudaba a subir los peldaños del empinado escalafón
social, o al menos así se creía entonces como se siguió creyendo durante mucho
tiempo. Y no, no lo consiguió por muchas razones, entre ellas por su precaria
situación económica, por su carácter que no se avenía bien a seguir ciertas disposiciones
de sus superiores y porque su destino estaba ciertamente en otra parte. El se
veía como civil pero las circunstancias de su entorno le demostraron que lo
suyo, suyo, era el ejército y que, como dije al principio, había nacido con un
sable en la mano o con un bastón de mando que para el caso, era lo mismo.
Porfirio salió de su nada cómoda zona de confort acicateado por su hermano
Félix, el famoso Chato, el que le entró a los “catorrazos” desde muy joven porque le
encantaba la pelea y no era muy dado a entender razones. Así que, convencido
por su hermano y viendo que la vida civil no tenía ya mucho que ofrecerle,
Porfirio se fue a probar suerte en el ejército y allí fue en donde terminó
haciendo una carrera que lo encumbró hasta la presidencia de México. Creo que
en aquellos años de ímpetu juvenil, nunca se le pasó por la mente que algún día
sería el “Señor Presidente” con tintes de autócatra pues llegó a detentar un
poder que nada le tenía que envidar al Zar de todas las Rusias, por ejemplo.
Porfirio se hizo liberal porque tenía una convicción profunda, no de tipo
ideológico precisamente, pero si de estar haciendo lo correcto al defender a su
patria de amenazas externas como fue el caso de la Intervención Francesa
(1862-1867). Para entonces, en ese preciso momento, su prurito militar era ya
dominante dentro de su carácter y su concepto de honor le llevaba a sostener un
compromiso inalterable con la causa liberal y republicana. No, aun no pensaba
en la política, lo único que pensaba era en demostrar a los franceses que lo
que mejor podían hacer era que se regresaran a
su casa y dejaran a México en paz. Se batió como un león en Puebla.
Estuvo allí en 1862 y después cuando cayó la ciudad en 1863. Fue apresado y se
escapó, por lo menos en un par de ocasiones. Los franceses lo respetaban como
enemigo y trataron varias veces de que defeccionara de la causa republicana ya
que lo consideraban como un verdadero peligro para la estabilidad del Imperio
que sostenían las bayonetas francesas. Pero Porfirio no cedió ante aquellos
inquietantes y seductores cantos de las sirenas. Tal vez porque,
conforme su fama militar crecía, más consciente se iba haciendo de su lugar en
medio de aquella lucha de muchos frentes. 1867, fue el año en que la victoria
definitiva sobre el Imperio y los franceses, lo elevaron al rango de héroe
nacional. Liberó Puebla en abril y entró victorioso a la Ciudad de México
escoltando el carruaje en donde iba
Benito Juárez recibiendo el aplauso de la multitud que vitoreaba no solo al
benemérito sino también al héroe que lo acompañaba.<o:p></o:p></span></div>
</div>
<div class="Standard" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
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<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
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<div class="Standard" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
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<span style="font-family: inherit; mso-bidi-font-family: Mangal;"> A partir de entonces,
como militar sin ocupación y tras haberse retirado a la vida civil, fue cuando se planteó ingresar a la política.
Sus “pininos” en ese sentido fueron desastrosos y nadie, ¡ni él mismo!, creía
que pudiera tener un futuro en en ese campo de batalla en donde menudean los
golpes efectistas, la demagogia y la
traición. No, la política era demasiado complicada para él que no era muy
afecto a hacer discursos en donde terminaba entrampándose con los conceptos y
acababa llorando de impotencia al no poder expresarse con la claridad que
deseaba. Pero el levantamiento, la asonada, eso si le era familiar y se sentía
como pez en el agua dirigiendo a sus hombres y obligando a los civiles que lo
“escucharan” con las armas en la mano. Así se levantó primero contra Juárez
quien quería volver a ser presidente a través de una elección ya que, a pesar
de haberlo sido de manera continua desde la época de la Guerra de Reforma (1857-1861), nunca había detentado
el cargo por elección sino porque las circunstancias lo habían mantenido en él
en una especie de prolongado interinato. Después Porfirio se levantó contra Lerdo de
Tejada cuando éste trató de hacerse elegir como presidente constitucional ya
que la muerte de Juárez lo había colocado también en la presidencia de manera interina
para terminar de cubrir el periodo presidencial de su antecesor y quiso, como el propio Juárez, ser
presidente por elección. Ese segundo levantamiento de Porfirio fue el que lo
catapultó a presidencia de México por primera vez envuelto en el lema de su
revuelta que, fue, precisamente, la no
reelección presidencial. Y así fue como, en 1876, Porfirio llegó a ser el “Señor Presidente”.<o:p></o:p></span></div>
</div>
<div class="Standard" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
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<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
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<div class="Standard" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; mso-bidi-font-family: Mangal;"> Porque si, aunque te
resulte un poco difícil de creer, lector mío, en ese primer acercamiento al
poder, Porfirio, aun siendo el “Señor Presidente”, aun no era el “Don Porfirio”
que después conocería México. Su primer
cuatrienio como presidente de la República, apenas fue un ensayo prefigurando,
a duras penas, lo que vendría después de 1884. Antes que Don Porfirio llegará
finalmente a ocupar la famosa silla, símbolo del poder presidencial mexicano
-así como en las monarquías lo es la corona-, tuvo que sentarse en ella su
compadre Manuel González a quien no le fue muy bien que digamos ya que los
ánimos seguían sin apaciguarse y con medidas como el famoso asunto de las
monedas de níquel que causó un verdadero escándalo dentro de la sociedad
mexicana - que aun no se entendía bien como iba eso de las devaluaciones-, salió más
que raspado mientras la sociedad clamaba el retorno del hombre fuerte que los iba
sacar de todos sus problemas. Y ahora sí, a partir de 1884, Don Porfirio entra
en escena completamente metamorfoseado en el salvador de México. Tenía ya casi
55 años y no se levantaría de la silla
hasta que la Revolución de 1910 lo levantó de un golpe, y muy a su pesar, siendo
ya un anciano de 80 años. Entre los 55 y los 80, gozó y detentó un poder casi
omnímodo que lo hacía sentirse el Padre de México. Si, adivino tu gesto, caro
lector mío, pero así fueron las cosas. Porfirio, Don Porfirio, marcó toda una
época a la que, como en el caso de la longeva reina de Inglaterra, dio su
nombre. Hablar en México del Porfiriato es evocar al último cuarto del siglo
XIX y la primera década del convulso siglo XX con todas sus luces y todas sus
sombras. Evocar a una modernización dependiente y trunca que llevó a la
sociedad mexicana a la más obscena de las desigualdades sociales. Evocar el costo de un progreso que
enriqueció, de una manera insultante, a unas cuantas familias protegidas por el
régimen mientras el resto de la población apenas subsistía de manera bastante
precaria. Sus luces consistieron en ubicar a México como nación en vías de un
desarrollo que prometía alcanzar el tan deseado progreso al nivel de las
naciones más poderosas de Occidente. Sus sombras fueron evidenciándose y
alargándose cada vez más conforme Porfirio se reelegía, una y otra vez, porque él seguía siendo el hombre fuerte de México. La década
de 1880 fue la de la esperanza de que las cosas podían e iban a cambiar para mejor. La de 1890
fue la de la seguridad de que el progreso había llegado a México, finalmente, y
se respiraba esa confianza en el futuro que empezó a enrarecerse unos años,
solo unos pocos años después, del cambio de siglo. Fue cuando Porfirio cruzó la
frontera de sus 70 que a México empezó a pesarle la gerontocracia que le
gobernaba. Se imponía un cambio porque el mundo estaba cambiando y porque la
propia sociedad mexicana lo estaba haciendo también a un ritmo que se aceleraba
mientras Porfirio, en su ancianidad, no reconocía la necesidad de ese cambio. Así fue como
llegó primero la entrevista concedida al periodista norteamericano Creelman en
1908 que ni siquiera se llegó a publicar en México pero que trascendió y fue
como el banderazo de salida para las nuevas generaciones a las que les urgía ya brincar a la palestra política. De 1908 a 1910, año este último en el que Don Porfirio decidió no
reparar en gastos para celebrar los primeros cien años de la Independencia de
México, los acontecimientos se precipitaron y terminaron estrellando al “Señor
Presidente” contra la evidente realidad de que México había finalmente cambiado, con o sin su anuencia, y que él
ya, no solo no imponía el ritmo sino que además ya ni siquiera podía seguirlo.
A las provocaciones del proceso electoral de 1910 no pudo, ni supo, como
controlarlas, simplemente se impuso, como lo había hecho siempre, causando con ello la ruptura que terminó
generando la conflagración que desangraría al país, de manera ininterrumpida,
en los siguientes diez años. Cuando subió por la escalerilla del <i>Ipiranga</i> en
mayo de 1911 rumbo al exilio, Don Porfirio era un anciano que cargaba sobre sus
espaldas el odio y el desprecio de unas cuantas generaciones de mexicanos que habían sufrido
por su perdida de contacto con una realidad que terminó por rebasarle. De 1911
a 1915 cuando murió en París el 2 de julio, Don Porfiro, el ex presidente de México,
se paseó por el mundo como lo hacían entonces los monarcas destronados pensando en lo injusto que
había sido ese pueblo para el que había tratado de ser como un padre bondadoso con su cariño e inflexible castigando sus faltas. Sus últimos pensamientos fueron para México.<o:p></o:p></span></div>
</div>
<div class="Standard" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
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<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
</div>
<div class="Standard" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; mso-bidi-font-family: Mangal;"> Hoy, cien años después,
sus restos continúan exiliados en Montparnasse, París, como metáfora
sublime y rotunda de su propia vida.
Hoy, cien años después, hay voces que se levantan pidiendo que se regresen sus
huesos a la tierra que tanto amó, aunque fuera de una manera tan paternalista y
desenfocada. Hoy, cien años después, hay quien exige que se le hagan honores de Jefe de Estado a su regreso. Pero, quien sabe, a lo mejor lleva décadas
reposando en una tumba sin nombre, aquí en México, y no nos hemos enterado. Y
con esto, lector mío, te dejo hasta la próxima entrega.<o:p></o:p></span></div>
</div>
<div class="Standard" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
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<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
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<div class="Standard" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
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<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
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<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Standard" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Andalus; mso-bidi-font-family: Mangal;"><i><span style="font-family: inherit;"><b>Dedico este texto, con
todo mi cariño, a Rosario T Palacios y a su pequeño Sebastián.</b></span></i><o:p></o:p></span></div>
</div>
Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-64902635449476731852015-03-11T23:31:00.001-06:002021-04-24T12:01:12.654-05:00Página cuarenta y uno: El Ministerio del Tiempo<div style="text-align: justify;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-o2NcljkrPEQ/VQEhujoepEI/AAAAAAAAAbM/hwCM6Itqqkk/s1600/1421667480458.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-o2NcljkrPEQ/VQEhujoepEI/AAAAAAAAAbM/hwCM6Itqqkk/s1600/1421667480458.jpg" height="320" width="213" /></a></div>
Mi muy querido y recordado lector:<br />
<div>
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<br /></div>
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El día de hoy te traigo un tema que tal vez, para tu sapiente intelecto, juzgues de banal y ligero pero que, aun así, me gustaría mucho poner ante tus ojos como una espacie de golosina. Hoy voy a hablarte de <i><b>El Ministerio del Tiempo</b></i>, serie de ficción que apenas comienza su andadura en la cadena 1 de Radio Televisión Española. Me atrajo el título porque no te puedo negar, lector mío, que desde que tengo memoria me ha fascinado elucubrar sobre la posibilidad de viajar en el tiempo para así conocer, aunque fuera a la distancia o en calidad de ectoplasma, tanto a las personas, como a los lugares en diferentes épocas que desde siempre me han resultado atractivos. El viejo sueño del historiador de poder ser testigo directo de los acontecimientos que estudia, por eso, en cuanto supe que se iba estrenar la serie que te menciono, decidí echar mano de la tecnología para así poder disfrutar esta producción que me causaba tanta curiosidad desde el planteamiento de su trama. Y te voy a confesar que, visto lo que se está haciendo en materia de series de ficción y fantasía en otras partes del planeta, no me sentía muy segura de iniciar la aventura con la desconfianza metida en el cuerpo. Pero, ¡oh sorpresa!, sin ser todo lo que nos tratan de convencer que es, <i><b>El Ministerio del Tiempo</b></i>, hasta este justo momento en el que ya se han retrasmitido tres programas de la serie, revivió en mí recuerdos de mi adolescencia en Madrid cargados de deseos imposibles que se resumen en ese viajar por el tiempo para conocer los hechos de la Historia de primera mano. De repente, me veo emocionada frente a la pantalla de mi computadora portátil siguiendo las aventuras de Alonso, Amelia y Julián como si yo volviera a tener catorce o quince años. No, no es una producción perfecta, estoy de acuerdo pero es un maravilloso intento por utilizar a la Historia como vehículo narrativo y enfrentarnos así a un pasado visto desde el presente, un pasado que tiene la clave del por qué el hoy es como es. Me gustó la premisa de que los protagonistas tengan que evitar que la Historia cambie. Finalmente es una premisa clásica en las series que han tratado el tema desde el famoso e inolvidable <i><b>Túnel del tiempo</b></i> de la década de 1960. También me gustó ver esa simbólica escalera de caracol cuya espiral nos remite, de manera inevitable, al concepto de evolución y desarrollo que tiene que ver con el discurso histórico. Por supuesto, se substituye la máquina, indispensable desde que H. G. Wells la creará, por las innumerables puertas que llevan a los diferentes tiempos. Tal vez sea rizar el rizo si comento que a mí me pareció la idea de las puertas una clara alusión a los agujeros de gusano que los fisicos actuales conciben como manera, aun no demostrada pero si propuesta como hipótesis, para comunicar lugares distantes del universo, así como planos diferentes que podrían alterar la continuidad del espacio-tiempo tal y como la concebimos en y desde nuestro planeta. <i><b>El Ministerio del Tiempo</b></i> parte pues de esa premisa para desarrollar una narración en donde la ficción y la realidad se entremezclan creando una trama verosímil y entretenida. Si, para mí fue una agradable sorpresa que pienso disfrutar todo lo que Radio y Televisión Española me deje ya que, por lo que he leído, tal vez su poco "raiting" no la anime a realizar una segunda temporada. En lo particular, este programa ha sabido captar mi atención con la ligereza de sus diálogos que manifiestan una nada velada crítica a la situación actual que se vive en España mientras trata con humor a personalidades del mundo de la cultura de tiempos pasados convertidos por la historia oficial en personajes intocables que, sin embargo, aquí se transforman al proporcionarles un guiño casi caricaturesco que los humaniza. Si, la serie es divertida y didáctica al mismo tiempo pues, sin mucho rascarle, la España actual se ve, frente a frente con su pasado y, de ese encuentro inevitable, surge el chiste que aligera la trama. No, no trato de convencerte, caro lector mío, de que se trata de un producto absolutamente necesario para comprender los "intringulis" históricos de una nación tan compleja como es España, pero si es un digno intento de presentarla imbuida de un espíritu ligero propio del melodrama de nuestros tiempos. Ojalá la teleaudiencia española, que es la que cuenta para ese "raiting" necesario, le de la oportunidad a esta serie para que sobreviva las suficientes temporadas como para que nos siga sorprendiendo como hasta ahora lo ha hecho. </div>
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Espero que la lectura de esta página te haya resultado agradable y me despido por hoy con la promesa de un pronto reencuentro.</div>
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Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-81922907552626525342015-03-06T01:02:00.001-06:002021-04-24T12:00:47.586-05:00Página cuarenta: Dos parejas imperiales. Una comparativa<br />
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<a href="http://1.bp.blogspot.com/-sYhma8dVjwQ/VPlLgjtZAiI/AAAAAAAAAaw/qjht9slnxWk/s1600/11025815_1628862487345896_5016917658213712289_n.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://1.bp.blogspot.com/-sYhma8dVjwQ/VPlLgjtZAiI/AAAAAAAAAaw/qjht9slnxWk/s1600/11025815_1628862487345896_5016917658213712289_n.jpg" height="320" width="200" /></a></div>
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Mi muy estimado y presente lector:</div>
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Decidí regresar frente a tus ojos con la comparativa de dos fotografías que nos muestran a dos parejas imperiales en una pose casi idéntica que, sin embargo, nos dejan ver la notoria diferencia que existía entre ambas. No solo por la edad de los retratados, sino además por la importancia de ambas parejas dentro del mundo europeo de mediados del siglo XIX. La primera es la pareja conformada por Carlos Luis Napoleón Bonaparte, el autoproclamado heredero del Gran Corso, y su esposa Eugenia de Montijo, una aristocrata española muy afecta al legado napoleónico. La otra pareja está conformada por el hermano del emperador de Austria, Fernando Maximiliano, y la hija del rey de Bélgica, Carlota Amalia. Las circunsatancias relacionaron estrechamente, y de una forma por demás trágica, a ambas parejas teniendo como telón de fondo la invasión militar que realizó Francia en suelo mexicano con la intención de crear un imperio latino en México que contuviera el avance de los Estados Unidos sobre lo que Napoleón III proclamó como "América Latina" y que abarcaba, territorialmente, a toda la América española de los siglos precedentes.</div>
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Carlos Luis Napoleón nació el 20 de abril de 1808 siendo hijo de Luis Bonaparte, hermano de Napoleón el Grande y de Hortensia Beauharnais, hija del primer matrimonio de María Josefa Rosa Tascher de la Pagerie, quien llegaría ser la emperatriz Josefina. Eugenia de Montijo, hija de un aristócrata andaluz, conde Teba y grande de España y de la hija de un rico comerciante escocés afincado en Granada de apellido Kirpatrick, nació el 5 de mayo de 1826 el mismo día que se recordaba el primer lustro de la muerte de Napoleón I en su destierro de la isla de Elba. Que estos dos se encontrarán, solo fue cuestión de tiempo ya que, si creemos en la famosa anécdota en la que a Eugenia una gitana le prometió que llegaría ser más que reina, además de la educación "napoleónica" que le había proporcionado su madre y el empeño que finalmente ésta última puso para que su primogénita llegara a emparentarse con la citada familia, dio por resultado que, sin una verdadera y auténtica historia de amor de por medio -aunque si un irrefrenable deseo por parte de Luis Napoleón por llevarse a la cama a la señorita de Montijo, decimosexta condesa de Teba-, Eugenia y el recién proclamado emperador de los franceses contrajeran matrimonio el 30 de enero de 1853. Podemos decir que, a pesar de lo desigual de sus respectivos orígenes y otros detalles de la vida matrimonial que trascendieron en su momento, Eugenia y Napoleón estaban bien avenidos puesto que participaban en un proyecto en común que recibía el nombre de Segundo Imperio Francés. No, Eugenia no se casó enamorada, como tampoco lo hizo Napoleón. La suya fue una unión formalizada por el deseo de establecer una dinastía nueva e independiente de cualquier otra casa real europea. Por supuesto, el orgullo de Napoleón no iba reconocer que se sentía herido por el rechazo que había recibido su petición de la mano de la princesa Adelaida Victoria de Hohenlohe-Langenburg, sobrina de la reina Victoria de Inglaterra. Fue este rechazo el que le hizo considerar la unión con María Eugenia Ignacia Agustina de Palafox-Portocarrero de Guzmán y Kirpatrick, como una declaración de independencia frente a la añeja sangre real de las dinastías europeas. Él era un hombre de su tiempo que iba a demostrar que no necesitaba de nadie para gobernar los destinos de Europa tal y como había hecho su famoso tío. Y sí, casi lo logra si no hubiera sido por el encontronazo final que tuvo con un taimado conde prusiano apellidado Bismarck que fue el único que consiguió replegarlo hasta el olvido. Pero, mientras tanto, fue el arbitro indiscutible de la política continental europea desde 1853 a 1870. Casi dieciocho años de imperio en los que Eugenia fue, asimismo, arbitro de la elegancia en términos de moda y asesora en algunas de las discutibles aventuras en las que se internó la política imperial francesa, especialmente, durante lo que se conoció como la Guerra de México.</div>
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Pues bien, la foto que te presento hoy, tomada según dictaban los cánones de la pose fotográfica durante las décadas de 1850 y de 1860, nos trasmite mucho de como era la relación de pareja de Eugenia y Napoleón. Ella está sentada, volviendo el rostro hacia él con un gesto que se antoja de interrogación pero que a la vez nos muestra la fuerza de carácter de la misma Eugenia. Si, ella era la emperatriz de los franceses gracias a ese hombre pequeño en estatura pero de una tenacidad y un atrevimiento proverbial que lo había convertido en un formidable rival para las testas coronadas europeas. Un hombre que se había creído con el derecho de cambiar el destino de dos continentes, por su pura voluntad, imitando a su modelo político que era su propio tío Napoleón I. Un hombre que fue tachado de "parvenu", de torpe, en muchos sentidos, de nos estar a la altura de su propia sangre al comparásele constantemente con su inolvidable tío -comparación de la que, como es evidente, no salía muy bien librado-. Sin embargo, a pesar de las constantes críticas e inevitables comparaciones, a pesar de su garrafales errores de cálculo provocados por su ambición y por su resentimiento político, Napoleón III fue la estrella más brillante de la política continental en esas dos décadas en las que Francia se convirtió en referencia obligada dentro y fuera de Europa. Eso es algo que sabía muy bien Napoleón III, por eso mira directamente a la cámara mientras apoya su mano sobre el hombro izquierdo de su esposa Eugenia como simbolizando así el apoyo que encontraba en ella, un apoyo que iba más allá de la esfera de la relación íntima y cotidiana del día a día. En esta imagen observo yo una complicidad de socios más que de esposos ya que cada quien cumplía su rol siendo, antes que cualquier otra cosa, el emperador y la emperatriz de Francia. No, no eran la pareja perfecta pero era algo que tenían aceptado desde el principio. Por supuesto, la convivencia en las buenas y en las malas, y el haber tenido un hijo en común, los terminó acercando como complices que eran y solo la muerte pudo separarlos.</div>
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<a href="http://4.bp.blogspot.com/-4WEsQFJTvlc/VPlLnziE83I/AAAAAAAAAa4/X9TElLupQtY/s1600/11027937_1628862414012570_7604233244452891575_n.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: justify;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-4WEsQFJTvlc/VPlLnziE83I/AAAAAAAAAa4/X9TElLupQtY/s1600/11027937_1628862414012570_7604233244452891575_n.jpg" height="320" width="255" /></a></div>
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Ahora, permíteme lector mío que te presente a la otra pareja de esta comparativa, a aquellos que llegarían a ser emperadores de México gracias a la voluntad y a la fuerza militar de Napoleón III -quien aprovechó las reclamaciones de los exilados conservadores mexicanos para experimentar, por su cuenta, un proyecto de contención a la amenazadora expansión norteamericana-, y que pertenecían, ellos sí, a esas familias reales de sangre añeja que tanto despreciaban a Napoleón. El, Fernando Maximiliano José de Habsburgo-Lorena, había nacido el 6 de julio de 1832 en el palacio de Schönbrunn a las afueras de Viena y era sobrino carnal de la segunda esposa del Gran Corso, María Luisa, la madre del Aguilucho. Por su parte, María Carlota Amalia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Corburgo-Gotha y Orleans, hija del tío favorito de la reina Victoria de Inglaterra, había nacido en Leaken, cerca de Bruselas, Bélgica, el 7 de junio de 1840. Hoy no te cansaré, lector mío, con los detalles de esa unión cuya naturaleza puede apreciarse mejor en la fotografía que te muestro y, cuya sesión fotografica se realizó en 1859 o, tal vez, en 1860. Él viste con el uniforme de la marina austríaca de la cual era comandante y dirige su mirada ligeramente hacia la derecha mientras se apoya, displicentemente, sobre el respaldo del sillón en el que su esposa se sienta. La mano izquierda se encuentra apoyada en su cadera en un gesto muy característico suyo que aquí parece denotar cierta impaciencia. Ella aparece sentada, volviendo su rostro en la dirección contraria a la de él con un gesto casi de ausencia mezclada con cansancio. Probablemente aquí el matrimonio, que hasta el dia de hoy se publicita como amoroso y tierno, pasaba por uno de sus peores momentos. La verdad es que, desde el principio, fue una unión condenada en donde los esposos vivieron el desencuentro que parece apreciarse en esta foto. Ella lo escogió a él pero él nunca pudo corresponderle de la manera en la que ella hubiera deseado que lo hiciera. Aquí no hubo ese pacto de complicidad que se aprecia en la pareja francesa, Aquí, lo que se aprecia, es la indiferencia y el hartazgo. Una indiferencia y un hartazgo provocados por el aburrimiento que los confinaba a vivir una vida que ninguno de los dos había elegido para sí. A ella le costaba soportar el casi exilio de Miramar que percibía tan estéril como su propia vida en común con el hombre que había escogido por esposo, mientras que él se evadía yendo y viniendo defendiendo esa soledad que le resultaba tan atractiva como refugio interior. Para nadie es un misterio que él dudo hasta el último instante si aceptar o no la corona de México, como tampoco es un misterio que fue ella la que más insistió, llegando incluso a hacer presión sobre él, para que aceptara esa corona. El final de la historia es de sobra conocido: él murió en México y ella se volvió loca. Él optó por dejarse hundir en las profundidades de su orgullo habsbúrgico que le exigía una salida digna y honorable, mientras ella prefirió evadirse de la realidad que la condenaba como única resposable del rotundo fracaso de su sueño. El decidió que la salida más digna era la muerte ya que había perdido -o así al menos lo sintió él-, el apoyo que necesitaba para regresar a casa y la historia familiar le había enseñado que tal vez los Habsburgos tenían problemas para vivir pero no para morir como se esperaba de ellos que lo hicieran.</div>
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En fin, lector mío, pongo aquí el punto y final por hoy, y te emplazó a que nos encontremos, si tal es tu deseo, en una próxima entrada. </div>
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Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-79338304829480912862015-02-23T21:43:00.001-06:002021-04-24T12:00:13.716-05:00Página treinta y nueve: Hablemos de Ferdinand Max<div style="text-align: justify;">
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<a href="http://4.bp.blogspot.com/-aMcEYUdVrYc/VOvyvQUqQBI/AAAAAAAAAaQ/S_dDq5gQhFk/s1600/10447800_10152967774464724_54437594558514363_n.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-aMcEYUdVrYc/VOvyvQUqQBI/AAAAAAAAAaQ/S_dDq5gQhFk/s1600/10447800_10152967774464724_54437594558514363_n.jpg" height="151" width="400" /></a></div>
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Mi querido, paciente y muy considerado lector:</div>
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Regreso a tí con un tema que, en lo particular, me mueve muchos hilos interiores haciendo que emerja, sin proponérmelo, lo más granado y selecto de mi Jardín Secreto, ese mismo que me delecto en cultivar para poder compartirlo con mis afectos más cercanos. Creo que para nadie, de todos aquellos que me conocen y tratan, es un secreto que la figura de Ferdinand Maximilian Josef von Habsburg-Lotheringen, conocido también como el emperador Maximiliano I de México, es uno de mis personajes históricos preferidos y por ende, uno de los más queridos y apreciados habitantes de ese Jardín Secreto que he mencionado al principio. Querido, apreciado y añoso ya que entró a formar parte de él cuando yo era una adolescente que me nutría con una ecléctica selección de autores serios y no serios, clásico y contemporáneos, doctos y vanales como era el caso de la serie de novelitas que en los años cincuentas y sesentas se publicaron sobre la vida de la emperatriz Elisabeth de Austria, más conocida con el diminutivo de "Sissi" y por el rostro de la simpar Romy Schneider, actriz austriaca que la encarnaría en cuatro películas, tres dirigidas por Ernest Marishka y una más por el talentoso Luchino Visconti. Pues bien, esas novelitas de "Sissi" me introdujeron dentro de la historia edulcorada del penúltimo emperador de Austria y rey de Hungría, Franz Josef de la mano de su muy neurótica, pero eso sí, bellísima esposa, Elisabeth que, para mí, en esos días, era el epítome de todo lo que yo deseaba ser. Y bueno, como siempre he tenido madera para investigar y desentrañar temas que me gustan en pos de una verdad más o menos objetiva, me dí a la tarea de averiguar quiénes eran y cómo eran en realidad estos personajes. Me puse a hacer mi "tarea", como buena diletante, a ratos perdidos y acicateada por una curiosidad que me llevó a realizar interesantes descubrimientos tratando de reunir todas las piezas de ese rompecabezas histórico que tanto me seducía. Y si, así fue como Ferdinad Max llegó a mi vida para quedarse en ella a partir de 1977 cuando yo tenía 16 años. Tal vez lo conociera un poco antes a través de unos retratos que había publicados en las enciclopedias de mi casa, en concreto el de Graefle que se exhibe en el Castillo de Chapultepec, cuando aun ni se me pasaba por la mente que algún día, en el futuro, yo podría contemplarlo con mis propios ojos. La nuestra fue, a partir de ese momento, una relación constante y única. De Franz Josef, pase a Ferdinand Max y todo lo que me caía en las manos acerca de él y de su esposa Carlota, lo leía con verdadera avidez. El inicio fue lento y errático pues aun vivía yo en España y en Europa, la figura trágica de Maximiliano no deja de ser la de un segundón de la Casa de Austria que se fue a México, un país semisalvaje del que todo se desconocía entonces, para poder lograr ese sueño imposible de llegar a ser aquello para lo que había sido educado: emperador de algún sitio más o menos civilizado. De ahí que, en la imaginación del colectivo europeo, Ferdinad Max se lanzara hacia una incierta aventura que le salió mal, muy mal hasta el punto de costarle al vida. En Europa aun se le echa la culpa de su desgracia a la ambición de su esposa, la hija favorita de uno de los monarcas más apreciados en la Europa de su época: Leopoldo I de Bélgica quien era además del tío favorito de la monarca que dio nombre a gran parte del siglo XIX: Victoria de Inglatera. En realidad, la historia europea y en concreto, la historia austriaca, lo deja de contemplar seriamente en el momento que se embarca en la fragata Novara rumbo hacia su breve y fugaz instante de gloria y su trágico fin que no sorprendió a nadie. Y bueno, a partir del 19 de junio de 1867 no ha dejado de ser el "pobre Max" que se fue a hacer la América a su manera y acabó asesinado por gente que ni lo entendía, ni lo merecía.</div>
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Tuve que llegar a México, con mi escasa información y mi parco conocimiento europeo del "affaire" monárquico de Ferdinand Max, para decubrir aquí otra dimensión de los hechos. El imaginario mexicano no lo trata mucho mejor porque existe un severo conflicto de intereses entre sus figuras históricas. En México, la historia oficial es una historia de "buenos" y "malos", si, una historia para ser contada como la de los cuentos de hadas a los niños. En esta historia, Ferdinand Max, el soñador, el romántico, el antagonista ideológico del conservador Franz Josef que gustaba de las artes y de las ciencias, el suave, el gentil, el carismático príncipe que sedujo a los intelectuales libertarios de la insurgente Italia, se convierte en el iluso usurpador que llegó apoyado por las bayonetas del invasor francés del cual era solo un títere, un maniquí coronado por Napoleón III al que le debía absolutamente todo. Fue un golpe fuerte encontrarme, de repente, con que la misión civilizadora, el sueño redentor de establecer una monarquía europea en suelo americano bajo los parámetros vanguardistas del liberalismo imperante a mediados del siglo XIX y del cual Ferdinand Max se reconocía como ferviente seguidor, era un puesto que ya estaba ocupado por un liberal a la mexicana como era Benito Juárez, mucho más capaz de hacer entrar en cintura a un pueblo contradictorio que aun no se liberaba de las nieblas estamentales de la sociedad virreinal de la Nueva España. Fue un golpe fuerte ir leyendo e ir encontrándome con que Max cayó en una trampa que él mismo se había tendido desde que fue aumentando el rencor que sentía hacia su hermano Franz Josef cuyo conservadurismo lo había puesto siempre entre la espada y la pared a la hora de tener que tomar decisones de cualquier tipo -desde casarse con una mujer que no amaba hasta tener que aceptar la renuncia de su posición dentro de una familia extensa llena de archiduques sin oficio ni beneficio-. En México fuí descubriendo al verdadero Maximiliano que, finalmente, no era el príncipe azul del cuento de hadas europeo.</div>
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Todo esto viene a colación porque el día de ayer, 22 de febrero, a las 19 horas, y teniendo una conexión de "wifi" estable, ví finalmente por internet un documental más sobre este entrañable personaje. El "plus" de esta "nueva" versión e interpretación de la vida de Max era que había sido hecha al "alimón" entre la televisón oficial austriaca y la televisión de Universidad Nacional Autónoma de México, así que, si había sido hecha entre austriacos y mexicanos, debía de estar bien hecha. Como bien dice Dhyana Angélica Rodríguez Vargas, licenciada en periodismo y dedicada artículista de divulgación histórica, la figura de Maximiliano necesita una serie televisiva de varios capítulos en donde poder exponer a conciencia quien fue Ferdinand Maximilian Josef von Habsburg-Lotheringen y, por supuesto, cual fue su huella real en la historia tanto de México como de Europa. Desgraciadamente, el breve documental dirigido y escrito por el director austriaco Franz Leopold, no logra esa pretendida reunión de las visiones e interpretaciones que, tanto los austriacos como los mexicanos, tienen de este personaje. Más bien resultó la exposición libre de un texto del escritor e investigador austriaco Konrad Radtz, experto en el tema que ha desarrollado su investigación de una manera bastante convencional y sin ahondar realmente entre los entresijos y recovecos de este fascinante personaje. Entiendo que, en escasos 52 minutos de proyección, no se puede, de ninguna manera, acercarnos a Maximiliano si no es de una forma muy superficial y fragmentada, como en efecto sucedió. Lo más interesante de todo el documental fueron las imágenes presentadas y algunas de las locaciones escogidas tanto en Europa como en México. Esas imagenes fueron en si el verdadero meollo de esta versión trunca de la historia. El director sabe transmitirnos emociones a través de los ojos pero no a través de las palabras. Por supuesto, no quiero meterme en honduras acerca de la pobreza o no de la producción ya que entiendo que, tratándose de televisoras oficiales, no hay mucho dinero para gastar en darle a la ambientación un toque más fidedigno en cuanto a vestuario, caracterizaciones y esas cosas que parecen antojársenos superfluas pero que, ciertamente, no lo son cuando son las encargadas de meternos como espectadores dentro de una atmósfera histórica adecuada. Lo dije en su momento y lo repito: como intento, es un buen intento pero en eso se quedó sin aportarnos realmente el gusto de que este material se presentara como un esfuerzo serio y cabal para acercarnos a Maximiliano desde una perspectiva en verdad mucho más completa y profunda. Es curioso, lector mío, pero desde mediados del siglo XIX cuando fue fusilado en el Cerro de las Campanas a las afueras de la ciudad de Querétaro, el recuerdo del hombre que fue Ferdinand Maximilian Josef von Habsburg-Lotheringen no ha podido sobreponerse a las veleidades que el propio archiduque propicio con respecto a su comportamiento humano. Pareciera que se condenó a si mismo a ser recordado a través del cristal de sus muchos y muy criticables defectos y debilidades que no nos permiten acercarnos como nos gustaría al verdadero legado de su vida.</div>
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Eso es todo por hoy, lector mío. En otra ocasión volveré sobre éste u otro tema diferente que considere de interés para para tus ojos y entendimiento a través de este álbum "sui generis" que es la más pura expresión de mi inefable Jardín Secreto.</div>
Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-2186926888415320892014-11-22T01:30:00.001-06:002021-04-24T11:49:19.537-05:00Página treinta y ocho: Una visita al Madrid de Francisco Santos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-sn69Wx4RwSg/VHA3tr33LfI/AAAAAAAAAaA/_OKNwh5aYks/s1600/gall_img_8db485a0e6064cf43981%2BEl%2Baguador%2Bde%2BSevilla%2Bde%2BVel%C3%A1zquez.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/-sn69Wx4RwSg/VHA3tr33LfI/AAAAAAAAAaA/_OKNwh5aYks/s1600/gall_img_8db485a0e6064cf43981%2BEl%2Baguador%2Bde%2BSevilla%2Bde%2BVel%C3%A1zquez.jpg" height="320" width="233" /></a></div>
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Mi muy querido y siempre bien recordado lector:</div>
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Regreso a estas páginas para hablarte de mi última lectura inaugurando así una nueva época de este espacio dedicado a mis gustos y aficiones al que decidí liberar de toda traba para que se ajuste a mis nuevas necesidades de expresión. Si, para darle más vida a este entrañable rincón de mi álbum, he decidido que debería de abrir una ventana, si no es que varias, a mis gustos y placeres, tanto intelectuales como emocionales, que van más allá del breve lapso que se encuentra entre 1789 y 1914 ya que, si pretendo mostrarte las diversas páginas de las que se compone mi rico álbum interior, debo hacerlo sin tapujos ni cortapisas transitando por las imágenes que provocan a mi imaginario las lecturas, la música, la moda o las historias de las diversas épocas que me atraen y que tanto disfruto de recrear. Así pues hoy, de la mano de Francisco Santos, un escritor madrileño que vivió y retrató fielmente a su sociedad a través de su pluma, te voy a llevar a conocer el Madrid de 1666 con sus formas y maneras, con su lenguaje y sus preocupaciones. Y bueno, si una página de este álbum no es suficiente, siempre le podremos dedicar las que se consideren necesarias para pintarte de cuerpo entero una sociedad que, no por distante, nos resulta del todo ajena. Y bueno, todo es empezar a entrar en materia.</div>
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¿Conoces acaso a éste contemporáneo de Quevedo, Calderón, Lópe y Gracián que te menciono? seguro que ni te suena como a mi no me sonó cuando me tropecé con este ejemplar en una Feria del Libro en plena Plaza Mayor de la Ciudad de México. Iba en busca de lectura, si; pero, de una lectura diferente que atrapara a mi imaginación llevándola de paseo a conocer territorios inexplorados para mi conocimiento y así fue como me tropecé con este Francisco Santos que me llevó de la mano a conocer su Madrid lleno de espadachines, hombres seducidos por las argucias femeninas, academias de mendigos poetas y mujeres virtuosas que ocultaban con pudor sus rostros bajo los mantos y mantillas. Los protagonistas de este mosaico costumbrista del Siglo de Oro son un caballero napolitano llamado Onofre liberado del cautiverio en tierra de moros por los monjes mercedarios y Juanillo, el de la Provincia, natural de Madrid, joven pobre pero honrado, que vivió durante un tiempo de la limosna haciéndose pasar por loco y que, por supuesto, es el mejor guía para mostrarle a Onofre tanto las luces como las sombras de la sociedad que habitaba en la Villa y Corte en aquellos tiempos de crisis y de miseria, así como de pompas cortesanas y gozos espirituales en donde la muerte era presencia inevitable entre ricos y pobres, jóvenes y viejos, honrados y viciosos. Por supuesto, nuestro amigo Santos era un hombre de instrucción esmerada, conocedor de los clásicos, poeta y amigo de la ironía y de moralizar por partes iguales mientras nos trata de convencer que la tierra es un valle de lágrimas, la vida es breve y la muerte llega en un instante por lo que nos conviene estar alertas, morigerar nuestras costumbres y tener la conciencia en paz para cuando la Parca siegue nuestra vida y nos lleve a la presencia del Supremo Juez. Por eso y con ganas de ejemplificar y de hacernos ver que nadie se escapa a esta suerte, nos muestra personajes en actitudes cotidianas que no dejan de ser una advertencia para el buen comportamiento. Solo así nos muestra, por ejemplo, al hombre que pide prestado para agradar a unas mujeres que sin duda viven del galanteo de este tipo de hombres que, teniendo mujer y familia propia, son capaces de perder su hacienda y dejar sin comer a sus hijos por andar detrás de esas mujeres que se aprovechan de estos incautos. Pero, no voy adelantarte vísperas, lector mío, y voy a tratar de ceñirme a un orden que si bien no pretendo estricto, si quiero que sea lo suficientemente ilustrativo como para que tú también veas, a través de los ojos de tu imaginación, lo que yo llegué a vislumbrar a través de los míos.</div>
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Empezaré por los vestidos de ricos y pobres, cumpliendo con esto una promesa a un amigo que hoy cumple años y al que quiero regalarle esta página de mi álbum para que la disfrute. Pues bien Pedrete -que tal así se llama y a quien pienso dirigirme desde este momento, caro lector mío, en aras de mi ofrecimiento-, te comento, siguiendo a mi autor que <b><i>"estos ricos, para el adorno personal, no dejan terciopelo rizo ni liso, felpa, chamelote, tafetán ni raso, que todo lo arrastran y aun inventan otras telas; medias de pelo y de arrugar, las bastantes; zapatos, l,os que sobran; sombreros de castor, más de uno, ropa blanca, mucha, que no hacen otra cosa las doncellas de la casa."</i></b> Más adelante continúa hablando del pobre comenzando el comparativo que lleve al ejemplo:<i style="font-weight: bold;"> "Más da de hacer el pobre en su casa (...) Cada noche a menester su mujer dos cuartos de hilo para remendarle el hato; toma la camisa y, más que el verla rota, la aburre y consume no tener remiendos para ella, obligándola la fuerza de la necesidad a cercenar las faldas para acudir al cuerpo; si ase los calzones, que parecen, salpicados de diferentes remiendos, papagayos en muda, los tiene en pie, volviéndolos lo de atrás adelante. Las mangas vestideras, que asidas a un miserable jubón de gamuzas andan, son de fustán, bien parecidas a los calzones en lo trabajoso. La ropilla, sin mangas, que perdidas se han desecho a puras peticiones de los zarigüelles. la capa, muy alcuza, que también ha entrado en las sisas de tantos remiendos como se han ofrecido para socorrer la necesidad del vestido. El sombrero, como los zapatos, que a puro limpiarlos ya no tienen color. Las medias han sido parte para haber hecho a su mujer maestra de coger puntos, y con toda esta miseria se holgaría de tener que comer para él y su mujer"</i>. Y ahora, para entender de que hablaba Francisco Santos, inserto un pequeño glosario de aquellas palabras que son más difíciles de entender por lo olvidadas que han quedado en nuestra lengua. empecemos por el <b><i>"chamelote" </i></b>que según la RAE define como proveniente de una voz francesa: "chamelot" ya que hace referencia a una tela impermeable hecha de pelo grueso de camello o cabra. Santos habla aquí, al enumerar las telas más frecuentes de la indumentaria masculina de su época, no solo del lujo sino de los recursos que se tenían para crear confecciones que los protegiera de la lluvia, por ejemplo. Respecto a las<b><i> "medias de pelo y de arrugar"</i></b>, es un recursos literario el que se utiliza aquí para hablar de la lana y de la seda puesto que la lana es pelo de oveja y la seda, mal ceñida y ajustada, termina arrugándose por lo que se refiere a que el rico le sobraban prendas que utilizar en cada estación del año o situación a la que estuviera expuesto. El <b><i>"castor"</i></b> era un tejido de lana cuya suavidad y textura semejaba al pelo del animal del que toma su nombre y con él se hacían los sombreros de ala ancha denominados "chambergos" y que fueron tan característicos del periodo, así como faldas u otras prendas ya que no era una tela onerosa ni especialmente lujosa, aunque si ciertamente muy vistosa. Respecto a la <b><i>"ropa blanca"</i></b>, se refiere con ello a la ropa interior que por la naturaleza de su uso que no las mostraba o las mostraba poco, no solía ser muy tomada en cuenta y, por lo tanto, se consideraba un derroche propio del lujo y del dispendio el tener mucha ropa blanca que a duras penas se utilizaba cuando los cambios de ropa interior no eran muy frecuentes en aquellos tiempos. La <i style="font-weight: bold;">"mangas vestideras" </i>eran unas mangas estrechas que, como bien dice el autor, se cosían al jubón y al hablar que son hechas de <b style="font-style: italic;">"fustán"</b>, se refiere a una tela gruesa, basta y pesada que era una mezcla de una trama de algodón con urdimbe de lino y que fue muy usada, desde la Edad Media hasta el siglo XIX, por las clases más humildes y trabajadoras ya que era durable y muy resistente. Los <i style="font-weight: bold;">"zarigüelles" </i>es una hierba en forma de espiga que aquí entra a colación hablando de las mangas perdidas de la ropilla porque, de mucho usarla recorriendo los campos, esa espiguilla se ha encargado de hacerlas desaparecer de la propia ropilla. Respecto a la capa muy<b style="font-style: italic;"> "alcuza", </b>se refiere a una capa llena de pringue y suciedad que ha ido encogiéndose de tanto que han recurrido a ella para ir remendando otras partes de la indumentaria. Ciertamente, la comparación, un tanto exagerada para ambos extremos de la riqueza dispendiosa y de la pobreza llena de necesidades, no deja de ser un buen ejemplo de lo extremosa que era esa sociedad española cargada de pobreza miserable con casos de escandalosa riqueza que ofendía al decoro de la conciencia del buen cristiano, tal y como presumía ser este Francisco Santos. </div>
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Esto es solo una probada, mi querido Pedrete -y también muy querido lector mío- de las golosinas costumbristas con que este autor nos acicatea como lectores para atrapar nuestra curiosidad con la intención de aleccionarnos. En otra ocasión, si gustas y gustan el resto de mis los lectores, seguiré hablándote de estos tipos madrileños del siglo XVII tan mañosos como entrañables. Por hoy, aquí me detengo y te hago la promesa formal de volver sobre esta obra titulada<b style="font-style: italic;"> "Día y noche de Madrid"</b>, si tal es tu gusto. ¡Feliz cumpleaños, Pedrete, y que la dicha y el gozo te acompañen todos los años de tu vida!</div>
Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-74739253067366171862014-08-27T22:34:00.005-05:002021-04-24T11:47:42.233-05:00Página treinta y siete: Los desvelos de un empeño. El huipil<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-vOnMVIH9JsQ/TpdE3quOrRI/AAAAAAAAAl0/Pm98pDnH0rs/s1600/huipil+de+don%CC%83a+marina+03.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: justify;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-vOnMVIH9JsQ/TpdE3quOrRI/AAAAAAAAAl0/Pm98pDnH0rs/s1600/huipil+de+don%CC%83a+marina+03.jpg" height="253" width="320" /></a></div>
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Mi muy querido lector, hoy te dejo esta entrada que va etiquetada con el nombre de un buen amigo llamado Pedrete Trigos que en estos días inició su singladura como sastre de tamaño natural dispuesto a reproducir prendas de la llamada Moda Histórica. Le prometí una entrada sobre la prenda femenina más reconocida y perdurable dentro de la indumentaria mexicana: el huipil. Una prenda cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos, como se decía antaño, ya que es anterior a la presencia europea en el continente americano, y cuya existencia se prolonga hasta nuestros días con apenas cambios significativos en su estructa, diseño y composición de materiales. Hoy se hacen los huipiles de la misma manera que se hacían hace más de quinientos años: en el famoso telar de cintura que produce una tira estrecha que, unida a otras semejantes, forman el lienzo que componen la prenda. En la época en que los españoles llegaron al altiplano mexicano, vieron que las mujeres, de cualquier estrato social, desde la noble mexica, hasta la "macehual" o mujer del pueblo, iba cubierta con esa singular "camisa" que cubría su torso desde cuello hasta más abajo de las rodillas. El atuendo lo completaban el "cueitl" o "naguas", que tal así bautizaron los españoles a esa especie de falda que se enrredaba en la cintura de la mujer natural de estas tierras y se ceñía con una especie de cinturón también tejido. Malinalli, la bautizada como Doña Marina, quien fuera "lengua" o traductora de Hernán Cortés -además de ser la madre de varios hijos de éste-, usó "huipil" y "cueitl" durante toda su vida hasta que murió siendo la esposa de Juan Jaramillo, lugarteniente y paisano del propio Cortes. El huipil se conservó dentro de la sociedad virreinal como prenda distintiva de la mujer indígena, herencia de su origen y símbolo de su identidad. Claro que este huipil de los siglos XVII y XVIII, conservando como lo hacía la estructura del diseño original, se había amestizado, por decirlo de algún modo, al beneficiarse con la incorporación de materiales que venían de Europa y Asía como eran, respectivamente, la lana o la seda. Las mujeres cacicas de las llamadas "repúblicas de indios" -estatuto jurídico que le daba la corona española a las comunidades índigenas durante el virreinato en México para respetar la independencia de usos y costumbres propios con respecto a la sociedad mestiza y española que se regía por estatutos diferentes-, se engalanaban con huipiles ricamente bordados y adornados con encajes a la usanza impuesta por la moda europea del momento. Finalmente, todos esos adornos, volvieron a desparecer del huipil cuando cuando la Independencia deshizo la diferencia existente entre la república de indios y la república de españoles para conformar una nación con intenciones de asimilar al mayoritario componente indígena de la sociedad y así lograr hacer un país guiado por las luces del progreso positivista que era el que exigía esa uniformidad. El siglo XIX fue entonces un siglo de aculturación para las comunidades mayoritariamente indígenas a las que se les exigió que adoptaran patrones y canones occidentales, desde el uso de la lengua española hasta la indumentaria occidental. Sin embargo, el huipil y la nagua -que en los Estados como Oaxaca y Chiapas adoptó el nombre de "enrredo"- siguieron existiendo en comunidades de difícil acceso donde la cultura occidental no alcanzó a penetrar por completo. Y así fue como, de ser una prenda arcaica y de uso restringido, tras la Revolución Mexicana (1910-1920) con la llegada del nacionalismo cultural, la prenda es retomada como parte de una reivindicación indigenista que figuras relevantes como lo fue la propia Frida Kahlo (1907-1954) pusieron símbolicamente en el candelero de la vanguardia cultural de la época. Así, de la mano de Frida Kahlo y otras mujeres que participaron en esa vanguardia cultural mexicana de mediados del siglo XX, el huipil regreso a la vida diaria de muchas mujeres mexicanas. Hoy, el uso de un huipil modernizado, hecho ya en telares mecánicos con materiales sintéticos -aunque la mayoría sigue siendo de hilo de algodón- es una opción más entre las muchas que tiene la mujer mexicana para encontrar un estilo propio a la hora de definirse a si misma. Hoy hay huipiles cortos que apenas rozan las caderas para usarse con los siempres socorridos y tradicionales vaqueros, o más largos, a la altura de las rodillas, o rozando los tobillos que se utilizan como vestidos playeros para los días calurosos del verano. Hoy el huipil está de regreso y sigue manifestando en sus portadoras ese orgullo por lo nacional, por lo auténticamente mexicano.</div>
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Espero de todo corazón, lector mío, que esta breve reseña introductoria acerca del huipil, te haya dejado satisfecho y haya acicateado tu curiosidad sobre la prenda. Si tal ha sido, permíteme que te deje aquí una primera lectura académica sobre sus orígenes y su uso dentro de un contexto histórico de la autoría de Martha Sandoval Villegas, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México. Léelo con el gusto y el placer que provocan los nuevos descubrimientos y te espero en la próxima página de este álbum.</div>
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http://congresos.um.es/imagenyapariencia/imagenyapariencia2008/paper/viewFile/2851/2851</div>
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Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-39359240690656316952014-08-11T22:59:00.000-05:002014-08-11T23:10:46.949-05:00Página treinta y seis: Aprender a reciclar para dar con la forma.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-8Wwy1c90Avs/U-mQypQHP3I/AAAAAAAAAZw/U7cLyX9H-TQ/s1600/SUNP0022.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-8Wwy1c90Avs/U-mQypQHP3I/AAAAAAAAAZw/U7cLyX9H-TQ/s1600/SUNP0022.JPG" height="320" width="256" /></a></div>
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Aquí estoy de nuevo, mi muy recordado lector, para darte una pequeña y espero que concisa explicación acerca de mis últimos avances con respecto a este proyecto de la década de 1790 que traigo entre manos. No, aun no me pongo manos a la obra pero puedo adelantarte algo sobre mis postreras decisiones acerca de todo esto. Pues bien, hace la friolera de cinco años, hacia mayo del 2009, me hice un vestido rojo de corte Imperio para la segunda reunión de la Sociedad Augusta Victoriana que se realizó en el Bosque de Chapultepec. Una reunión de la que tengo incontables recuerdos agradables aunque, ciertamente, el vestido ya puesto no me terminó de gustar porque con él yo no parecía "ni chicha, ni limoná". Lo que es lo mismo: ni se ceñía rigurosamente bajo el pecho, como cualquier prenda de la etapa napoleónica que se precie de serlo, ni caía ciñéndose propiamente alrrededor de la cintura. Me disgustó y lo guardé con la idea de deshacerme de él en cuanto pudiera. Incluso lo presté y me lo regresaron en un estado lastimoso. Aun así, como me lo regresaron, lo volví a guardar en el baúl para ver si me animaba en algún momento a hacer otra cosa con él. Y hete aquí que, recientemente, después de consultar muchas ilustraciones de la década de 1790 destinadas a darme una idea de como acometer la tarea de hacerme un atuendo de esa época, el vestido despreciado que parecía dormir el sueño eterno en el fondo de mi baúl, se me apareció en la memoria y una voz interna me sugirió que lo rescatara para convertirlo en el atuendo que no terminaba de tomar forma en mi mente. Y así fue. Lo saqué, me lo puse, me lo ceñí con un fajín de un color mostaza dorado que le tomé prestado a mi traje de "china" y la emoción de haber encontrado finalmente el atuendo que deseaba, me tuvo arrobada frente al espejo un buen rato al darme cuenta que mi tarea se simplificaba notablemente. Ahora, al ya tener el vestido "chemise", lo único que necesito es aplicarme con el corsé de transición y, por supuesto, con el tocado necesario para completar el conjunto que me de un "look" de la época que me deje mucho más que satisfecha. Como ves, lector mío, no se necesita mucho para lograr lo que finalmente se desea. Reformaré ese traje para que el efecto sea el deseado y me dedicaré con mayor empeño a lo que en esta ocasión no se va a ver. Tal vez opines que estoy perdiendo una oportunidad valiosísima para hacerme algo más adecuado y, sobre todo, más histórico; sin embargo, cuando me ví al espejo vestida con él, en esta ocasión sentí la emoción del hallazgo que la vez anterior me fue imposible identificar. Ya sabes que, para mí, recrear es un acercamiento al momento histórico, ese punto en el tiempo que pretendo vivir a través de mi esfuerzo por conocer sus pormenores y así poder darle vida a través de mi inquieto imaginario. Ahora sé que el resultado se acercará considerablemente a lo que espero lograr y eso, sin duda, me da fuerzas para seguir adelante con este proyecto.</div>
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Conforme tenga más que platicarte acerca de lo que mi inquieta mente anda cocinando, querido lector mío, te lo iré desgranando en estas páginas para que seas testigo de un proceso que, no por conocido, no deja de ser asombroso e inquietante. Así pues, por hoy, esto ha sido todo. Te dejo con la promesa de volver en breve para ir saciando tu curiosidad acerca de este intento mío en el campo de la recreación de la moda histórica.</div>
Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-89647206962503948052014-07-27T21:19:00.006-05:002014-07-27T21:23:10.409-05:00Página treinta y cinco: Un nuevo intento de Recreación Histórica.<div style="text-align: justify;">
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<a href="http://3.bp.blogspot.com/-7-ecEy-vCgU/U9WrdjIquNI/AAAAAAAAAZg/BT8ouHuBWlQ/s1600/Madame-Seriziat_Jacques-Louis-David_1795.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/-7-ecEy-vCgU/U9WrdjIquNI/AAAAAAAAAZg/BT8ouHuBWlQ/s1600/Madame-Seriziat_Jacques-Louis-David_1795.jpg" height="320" width="232" /></a></div>
Mi muy querido y recordado lector:</div>
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Después de varios meses de silencio, retomo las albas páginas de este álbum para participarte de un nuevo proyecto de costura que surgió a partir de una "plática" sostenida con mi amiga Claudia Cecilia Mendoza Flores en el "Facebook" -proyecto que inmediatamente apoyaron nuestras comunes amigas Rosario Palacios y Eva García Manso- sobre la posibilidad de hacer una reunión en el Jardín de la Borda en Cuernavaca, un paseo por un jardín mexicano de acendrada prosapia histórica ya que se trata de un jardín diseñado en pleno siglo XVIII para el rico minero novohispano Don José de la Borda Sánchez. El paseo pretendemos darlo ataviada con ropas de finales de ese mismo siglo -en concreto, el estilo o la moda que privaba durante la Revolución Francesa-. Mi primera inspiración fue el retrato de Madame Seriziart realizado por el pintor Jacques Louis David en el año en que se instituyó el famoso Directorio: 1795. Es una retrato que siempre me ha llamado poderosamente la atención por las sencillas líneas de un atuendo que, aunque parece simple con respecto a las líneas cortesanas de los grandes "panieres" de la Corte del último Luis de Francia, no es nada sencillo. La moda de la primera mitad de la década de los noventa del siglo XVIII en Francia, anunciaba el regreso de las líneas puras de las túnicas clásicas de la Antigüedad. Para 1794, concluyendo la Revolución, esa tendencia de ceñirse la ropa cada vez más arriba hasta irse a detener bajo el pecho, como en las estatuas clásicas, ya se anunciaba. Los peinados eran cada vez menos de rizos esponjados alrrededor de la cabeza para ir alargándose en caída libre por la espalda. Ciertamente, ésta era una moda de transición que duraría lo que duró el Directorio pues, para cuando Napoleón se convirtió en Primer Cónsul (1799), no había mujer en toda Europa que no fuera vestida a la griega, o a la romana, o más prágmaticamente, "a la inglesa" que era tal vez una versión más racional y menos glamurosa de lo que el Continente se conocería como estilo Imperio. Voy a ser clara y honesta contigo, lector mío, ya que no puedo presumir de poder reproducir con toda corrección esos trajes en los que me inspiro, me divierto mientras trato de coserme algo que, al verme al espejo vestida con él, me recuerde a lo gestado por mi propia inspiración. Vamos, que se tratará de algo con cierto dejo "naïf", si es que me permites utilizar este término de la plástica para mis creaciones costureriles. Por supuesto, tengo un patrón a escala en el libro de Norah Waugh que me trajo mi padre de Los Angeles, California, en 1981 y que me puede servir muy bien de referencia. Me coseré el vestido a mano, no por purista, ya que desconozco por completo la forma, o el modo, o la técnica que empleaban las modistas de la época, sino porque le tengo muy poca paciencia a las máquinas de coser y el utilizar el hilo y la aguja llega a ser para mí como una terapia para desarrollar la concentración y la paciencia, mucha paciencia. Ciertamente, coser a mano me relaja, aunque reconozco que cuando tengo que dedicarme a coser una y otra vez sobre el mismo lugar para poder rematar y dejar todo adecentado, la impaciencia aparece y termino dejando descansar esa obra costureril que se me comienza a antojar como las famosas obras del Escorial de Felipe II: un cuento de nunca acabar. Aun no compro la tela porque estoy esperándome al momento en que empiece a dedicarle tiempo al vestido, a ver si en el inter cambio de idea con respecto al género de la tela y la combinación de los colores. Por otro lado, quiero empezar en septiembre con el corsé transicional, uno no tan envarillado como los que se llevaron a todo lo largo del siglo XVIII, porque entre otras cosas, aquí en México no se consiguen muchos de los materiales que en Estados Unidos o en Europa están disponible en su versión ya procesada para simplificarle la vida a los recreacionistas. Y no, pedirlos por internet sería la opción, estoy de acuerdo, pero el precio, con todo y envío, suele duplicarse y hasta triplicarse, por lo que prefiero hacer concesiones en cuanto a los materiales para lograr el efecto correcto aunque sea con materiales modernos -algo a lo que ya me he resignado si quiero recrear en un México tan poco proclive a recrear su historia como un entretenimiento popular de visos culturales-. En fin, no me quejo, prefiero adaptarme a las circunstacias y crear con lo que tengo a mano mientras el resultado sea lo más cercano a proyectar la imagen que anhelo.</div>
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Mi amiga Rosario Palacios -http://www.cuadernocostura.com/-, que es una recreacionista de moda histórica de muy alto y muy buen nivel, tiene una filosofía al respecto que comparto: el asunto es divertirse y pasársela bien mientras estás en el proceso de creación que te llevará a la concreción de tu proyecto de la mejor manera en como puedas llevarlo a cabo. Por supuesto que hay que investigar para no cometer errores de "lesa anacronía" pero también hay que reconocer cuales son los límites de un purismo que nos puede meter en verdaderos aprietos que no siempre serán solventables. Me gusta aprender y me gusta hacer las cosas lo mejor que puedo y soy capaz pero, sobretodo, me gusta descubrir y demostrarme que tengo habilidades que puedo desarrollar para y en beneficio de mis propios sueños. Por hoy ha sido todo, lector mío. Te seguiré informando acerca de los avances de este nuevo proyecto que espero llevar a mejor de los puertos posibles: el de la materialización.</div>
Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-168384157462281192014-02-13T22:54:00.003-06:002014-02-13T23:08:27.485-06:00Página Treinta y cuatro: Los "gazapos" de Chapultepec<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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<a href="http://4.bp.blogspot.com/-5I4C6zzHsYs/Uv2aEUrYSbI/AAAAAAAAAYo/aukWNA6pqbE/s1600/2013-03-24+15.56.32.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-5I4C6zzHsYs/Uv2aEUrYSbI/AAAAAAAAAYo/aukWNA6pqbE/s1600/2013-03-24+15.56.32.jpg" height="240" width="320" /></a></div>
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<span style="font-family: inherit;">Mi muy querido y siempre bien recordado lector:</span></div>
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<span style="font-family: inherit;">Fíjate que hoy me siento un poco picada en mi amor propio por un asunto de trajes que tiene que ver con el Museo Nacional de Historia de Chapultepec. Voy a serte sincera, no quiero agredir a nadie y menos aun cuando se trata de gente que sabe de que está hablando porque es una experta en el tema. Ciertamente, me quito el sombrero ante la restauradora de textiles del museo ya que se es la que se encarga de que los trajes que se encuentran en el acervo luzcan impecables y muy bien conservados. ¿Hay piezas auténticas en el Museo Nacional de Historia? Ciertamente si las hay y en abundancia. Hay "gazapos" en sus bodegas, no dudo que existan alguno que otro; es más, puedo declarar sin empacho que sí, que no todo es absolutamente histórico y eso sucede hasta en la mejores colecciones, créeme. Pero, no voy a meterme con lo que pudieran ser los "gazapos" de su acervo, me voy a meter, directamente, con aquellos que exhiben las piezas catalogándolas mal y haciendo alarde de ignorancia. Puedo hablar de muchas cosas que están frescas en mi memoria pues suelo recorrer las salas del Castillo cuatro veces al año. La llamada recámara de Carlota no perteneció a la infausta emperatriz, ni se encontraba ubicada en esa zona específica de la estructura arquitectónica. La susodicha recámara está compuesta por muebles lacados pertenecientes al estilo Segundo Imperio Francés con los que quisieron darle una atmósfera adecuada a la museografía. Y si, esos muebles pueden ser originales de la década de 1860 pero no eran los muebles de la verdadera recámara de Carlota ya que esos se embarcaron rumbo a Europa cuando llegó la debacle del Imperio en México. Ni que decir tiene que la cama que actualmente se exhibe es otro "pastiche" para darle verosimilitud a un "atrezzo" hecho con la única intención de satisfacer el morbo histórico de los visitantes.</span></div>
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<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: inherit;">Dicen que sus bodegas están repletas de objetos históricos celosamente custodiados y que, cuando la ocasión así lo amerita, salen fugazmente de las bodegas para exhibirse durante una corta temporada en alguna exposición temporal. Me consta que es así y que hay objetos que no vuelven a salir de las bodegas en muchos, muchos años. Por ejemplo, los trajes. Siempre he sufrido la forma tan poco atractiva que tienen de exhibirlos y en ocasiones no he podido menos que conmocionarme antes los garrafales errores que cometen las personas que los montan sobre los maniquíes pues demuestran tener muy poca noción de como deberían de verse cuando fueron usados por sus dueños en el pasado. Y ni que decir tiene los errores de catalogación que los acompañan en esas cédulas que el público lee y que los estudiantes copían con absoluta devoción. ¿De que sirve entonces, me pregunto, tener una gran colección de trajes embodegados si cuando los exhiben no logran la forma apetecible de una pieza auténtica? Me da mucho dolor eso pues como público -y voy a presumir aunque esté mal que lo haga- respetablemente conocedor sufro cuando me enfrento a esos desaguisados visuales. El Castillo de Chapultepec podrá tener expertos restauradores pero dudo que tenga expertos conocedores de la Historia de la Moda. Aunque, no voy a ser tan radical cuando he de reconocer que también he visto avances en ese rubro, pocos pero aun así, algo es algo. Yo sigo enfadada con su museógrafo que es capaz de cometer salvajadas como poner una capelo-vitrina frente al espectacular espejo del siglo XIX que ocupa casi toda una pared para proteger dos trajes y un sofá obstaculizando el deleite de poder reflejarte en ese enorme espejo. Antes, hace unos años, lo que se exhibía frente a ese espejo estaba en completa libertad haciendo que la atmósfera fuera aun más auténtica pero hoy, poco a poco, los objetos que se exhiben se encuentran "secuestrados" dentro de vitrinas que, en algunos casos, le hacen muy poca justicia a lo que allí se exhibe. Chapultepec, mi Chapultepec, se ha ido convirtiendo en un lugar poco atractivo para empaparse de la Historia que a duras penas rezuma y trasmite. Cuando lo pise por primera vez a finales de 1983, aun podía uno asomarse a la terraza del álcazar sin que mediara ningún vidrio coartando la libertad del acucioso paseo. Después, pusieron vidrios frente a las habitaciones de la terraza de abajo. Ahora se te indica hacia donde dirigir tus pasos para que no causes confusión al resto de los visitantes. Chapultepec, mi Chapultepec, tan remozado y continuamente alterado, sigue siendo un espacio vivo aunque se empeñen en lo contrario. Y no, no está vivo por la cantidad de espectáculos que en él se presentan o por la cantidad de grabaciones que se han hecho en él</span><span style="font-family: inherit;">; está vivo por lo que sigue representando para el pueblo de México que lo muestra con orgullo a los vistantes de otras partes del mundo a pesar de que en su interior no todo sea como se presume ser. </span></div>
Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-58578776590960856732013-05-05T23:31:00.003-05:002013-05-05T23:33:29.606-05:00Página treinta y tres: El 5 de mayo de 1862 o de como el pez chico se comió al grande<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-EJ0T_58E_5w/UYcvcYXfGXI/AAAAAAAAAX8/Zh5ZxDKj5Yc/s1600/pelicula-5-de-mayo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://2.bp.blogspot.com/-EJ0T_58E_5w/UYcvcYXfGXI/AAAAAAAAAX8/Zh5ZxDKj5Yc/s320/pelicula-5-de-mayo.jpg" width="223" /></a></div>
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Mi siempre paciente lector:</div>
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Hoy de nuevo fuí al cine para ver una película que ha dejado sentimientos encontrados dentro de mi. ¿Por qué?, porque no sé como hincarle el diente a esta crítica o por donde empezar a jalar la punta de ese hilo que se me escapa en estos momentos. Tal vez tendría que echar mano de la paráfrasis de una socorrida expresión mexicana que fue acuñada por un expresidente en sus años de poder: la película no es buena, ni mala, sino todo lo contrario. Y en efecto, una vez más me enfrente al hecho del daño que la historia oficial ha hecho en las jóvenes mentes de todas esas generaciones de mexicanos que han sido. México, aunque me duela reconocerlo, narra su historia a partir de ese discurso literario que se ha nutrido extensamente con el imaginario colectivo que poco o nada tiene que ver con la verdadera historia. Configuran a sus héroes a partir de la emoción y del acartonado respeto oficial que los vuelve seres monóliticos de un granito indestructible. Estatuas irreales que sirven al propósito oficial de hacer, de la Historia de México, un refente tan incombatible como subjetivo. Toda historia oficial, en todos los países, sirven a un discutible principio de legitimidad de tal o cual propósito, no siempre siempre claro y mucho menos legítimo, en donde la obejtividad del estudio de los hechos no es precisamente el fin primero del estudio histórico en cuestión. Y esta película demuestra eso, aunado al hecho de que, un trabajo de este tipo va destinado a un público al que, lo que menos le interesa, es que le cuenten lo que ya saben de la misma manera en que se lo hicieron aprender vagamente en la escuela. Y entonces, ¿qué es lo que se puede hacer para avivar el deslucido interés que existe por lo sucesos del 5 de mayo de 1862? Muy sencillo, primero se convencen a las autoridades politicas del Estado de Puebla que aporten el capital necesario para hacer una superproducción a niveles de la filmografía épica de Hollywood. En segundo lugar, se siguen todo los cánones de esas películas históricas que tantos millones han recaudado en las taquillas de todo el mundo. Y, en tercer, aunque no menos importante lugar, se contrata a toda una serie de actores que, en este caso, aunque no de gran cártel, son la cara bonita de la recreación histórica sobre la pantalla grande. Resultado: una película desigual en cuanto a trama, actuación y, por supuesto, atmósfera histórica.</div>
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La trama nos narra, de una manera sucinta y poco clara, los antecedentes de la gran batalla que se llevó a cabo en Puebla el 5 de mayo de 1862 en donde un heterogéneo ejército mexicano compuesto por oficiales de carrera, soldados de leva y un grupo de indígenas de los pueblos circundantes a la ciudad de Puebla, se defendió frente al ejército francés que venía a imponer en México a un monarca de origen extranjero por la necesidad que tenía el emperador Napoleón III de contener el ansia expansionista de los Estados Unidos sobre el continente americano. Si lo hubieran explicado así, la narración hubiera resultado más digna, sin duda pero, como la película es un pequeño engendro de pretensiones festivaleras, se decidió hacer de la película un grito nacionalista que roza en lo fascistoide sin olvidar ese toque melodramátcio que tanto aprecia el público mexicano en las películas de este tipo. Así pues se nos dice que, en realidad, el ejercito francés quería abrirse paso por México para llegar al sur de Estados Unidos y apoyar a los Estados Confederados que luchaban, en aquellos momentos, contra el ejército de los Estados del Norte en una cruenta guerra civil. Una vez cambiado el verdadero objetivo de Napoleón III, la película se empatana con una floja historia de amor entre un soldado y una muchacha de las que acompañaban a la tropa para servirla durante los desplazamientos y concluye con una batalla cuya narración visual, tratando de ser vanguardista, acaba provocando dolor de ojos ya que, la cámara se mueve tanto, que no permite distinguir con claridad lo que en verdad está ocurriendo. </div>
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Respecto a la recreación de los personajes históricos, ciertamente hay poco que comentar. El conde de Lorencez queda reducido a una especie de "rock star" del ejército francés, con todo y su melena anacrónica. Hay que recordar que es el antagonista de un Zaragoza contenido y poco marcial encarnado por un actor de telenovelas que ya casi no aparece en la televisión llamado Kuno Becker y al que vence sin mucho esfuerzo en este dudoso duelo de actuaciones. El conde de Reus, Don Juan Prim, hacedor de reyes y esposo de una mexicana, se parece más a Hernán Cortés que a este político y militar español que fue la cabeza negociadora de las fuerzas de la Triple Alianza con el gobierno liberal de Juárez. Tan se parecía a Hernán Cortés que decidieron ponerle al cinto una espada toledana del siglo XVI, a juzgar por la empuñadura de la misma. Porfirio Díaz, el verdadero héroe militar de la historia mexicana de ese conflictivo periodo, se nos muestra como un deslucido subalterno de Zaragoza encarnado en un actor que no sé preocupó por proyectar ese carácter que tanto preocupó a quienes conocieron a Porfirio Díaz entonces ya que los llevó a intuir su madera de estadista dictatorial. </div>
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Ciertamente, no es la primera vez que en México se nos narra la historia, o un acontecimiento histórico, desde la ficción. En el pasado, las telenovelas de Televisa lo hicieron con mucho éxito durante las décadas de 1960, 1970 y 1980 y, aun más atrás, durante el siglo XIX, autores como el general Vicente Riva Palacio y Guerrero, abrieron el camino del melodrama histórico mexicano con un respetable éxito. Sin embargo, esta película adolece de lo que aquellas series televisivas tuvieron en su momento: una cierta pericia en la exposición visual de los hechos que atrapaba, de cierta manera, la atención del espectador. Eran otros tiempo y otros narradores de historias, concuerdo en ello; pero, como espectadora me duele que ese "toque" para emocionarnos se haya practicamente perdido en este tipo de películas épicas. Puedo decir, sin rubor, que la única parte que me provocó algún tipo de emoción, fue la escena en donde se recrea el campamento méxicano antes de la batalla -con todo y sus canción sentimental que bien podría haber sido un bambuco colombiano-. De resto, ¡nada!, solo aburrimiento. Y bueno, antes de concluir con mis impresiones acerca de este otro fiasco sobre el cine historico nacional, solo me resta comentar la reacción del público ante la arenga del general Zaragoza antes de la batalla ya que, sin dudar un ápice de que haya sido basada en la arenga real, contiene muchos elementos destinados a calar, en lo más profundo, dentro del ánimo actual del pueblo mexicano. Los gritos en la sala completando el discurso de la pantalla, me reveló lo que provocó en el público esta película: la exposición de un nacionalismo convencional y anacrónico destinado a que se grite: "¡Viva México, cabrones!" como expresión completa de lo que significa ser mexicano.</div>
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Hasta la próxima, lector mío.</div>
Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-80602402556397276312013-04-08T00:21:00.003-05:002013-04-08T00:22:28.100-05:00Página treinta y dos: Una casita de muñecas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-wfQj0a9NsU0/UWJTw2LmYaI/AAAAAAAAAXo/Sgs_tZx4I60/s1600/3189553170_8e12dd5318.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://2.bp.blogspot.com/-wfQj0a9NsU0/UWJTw2LmYaI/AAAAAAAAAXo/Sgs_tZx4I60/s320/3189553170_8e12dd5318.jpg" width="240" /></a></div>
Mi querído y siempre presente lector:<br />
<br />
Tengo ganas de escribir y quiero hacerlo sobre algo que, hasta el día de hoy, permanece como un sueño aun no logrado. Me remontaré hasta los días de mi infancia para inciar esta entrada con la siguiente afirmación: siempre fuí una niña de muñecas. Sí, recuerdo los días en que, esas muñecas eran para mí mis hijas y mis compañeras, preludio inevitable de una maternidad que nunca se concreto y simbolo de una infancia que alargué durante mucho, mucho tiempo. Las muñecas fueron vehículos mágicos que me introdujeron, no solo al mundo de mis fantasías y sueños, sino al mundo de la historia y, por supuesto, a la proyección de mi propio futuro en el interior de mi mente. Si te digo que nunca me imaginé dejándolas, mi estimado lector, tal vez no me creas; pero, así fue y, aunque perdí a las que me acompañaron durante mi infancia, las sigo llevando en el recuerdo. Por una muñeca vestida de Primera Comunión, dejé de chuparme el dedo. A mi Dulcita, que me la compraron a los dos años y medio para que me la trajeran los Reyes Magos, le celebré sus quince años junto a mí; aunque finalmente se quedó en una bodega colombiana esperando un embarque que nunca llegó. Pude haber tenido una muñeca de pocelana de 1907, pero yo quería otra, también de porcelana, de la década de 1920 que era más cara, y así, renuncié a ambas por no haberme quedado con la primera. Las muñecas antiguas, son mi adoración y hoy, que ya soy adulta, me encantaría poderme hacer con una de aquellos años de principios del siglo XX, como la que rechacé. Por supuesto, no tengo suficiente dinero como adquirirla, así que em conformo con verlas en las tiendas de antigüedades o en las imágenes que tan generosamente pueblan la red. Pero, no solo las muñecas me siguen gustando. Hay en concreto un juguete que sigue siendo para mí el sueño de todos los sueños: la casita de muñecas. La primera vez que jugué con una, pertenecía a una vecinita -que por cierto era sueca-, cuando yo tenía seis o siete años. Iba a su casa a jugar con la bendita casa y se me iban las horas inventando historias para mover a los muñecos de una a otra habitación. Después, cuando ya pasaba de los diez años, le pedí a Papá Noel varios "sets" maravillosos de comedor, recamara y baño que no incluía ningún muñeco. Mi Barbíe era demasiado grande para esos "sets"; pero, no así los muñecos de acción articulados de mis hermanos que se llamaban "Madelman". Así que les quitaba el uniforme de soldados que traían, me deshacía de sus botas militares, y los vestía con los vestiditos de mis muñecas y jugaba con ellos dentro de los "sets" tratando de olvidarme que eran "madelmans". Eso fue lo más cercano a una casita de muñecas que pude tener entonces.<br />
<br />
Hoy por hoy, sigo embobándome con las casitas de muñecas y, más aun, cuando la gente que las trabaja para venderlas como verdaderas obras de arte en miniatura, las muestra por la red. Conozco a alguien que desarrolla ese trabajo con cuidado y muy cercano a la perfección, se llama Pedrete Trigos y vive cerca de Sevilla en un lugar llamado Estepa. No, no lo conozco en persona pero he visto en la red lo que es capaz de hacer a través de las fotos que sube en su blog llamado "Hoy puede ser un gran día" y también en su Facebook. Foto tras foto, va mostrando la manera en que es capaz de darle auténtica vida a esos espacios minúsculos que son las llamadas "escenas" dentro del mundo de las miniaturas. Y cada vez que concluye alguna de sus creaciones, recuerdo aquellos dos cuadritos que teníamos en casa, cuando yo era niña, que mostraban una cocina de "masia catalana", con todos sus detalles, y que me hacía soñar, precisamente, con esa casita de muñecas que llevo guardada en el alma desde siempre y que todavía no llega a mi vida. Conocer la obra de Pedrete Trigos, fue darle un nuevo impulso a ese sueño al pensar que, tal vez, no esté tan lejos el día que pueda hacerme con mi anhelada casita de muñecas, aunque sé, que no es un sueño económico puesto que aquí, en México, depende de la complejidad de la estructura de las casas de muñecas -que son prácticamente todas originarias de Estados Unidos- su valor oscila entre los 2,000 a más de 10,000 pesos - de 150 a 1,000 dólares americanos aproximadamente- y, apartir de aquí, debe invertirse unos cuantos cientos o miles de pesos más en "vestirla" y "ajuarearla" convenientemente para dejarla como una casita victoriana a escala. ¡Ah! y después, conseguirte a la familia que habitará ese espacio para poder jugar con ellos. Un sueño caro, sin duda, y no tan fácil de conseguir. Claro que no dejaré de quitar el dedo del renglón, aunque tenga que esperar algunos años más para darle vida a ese sueño infantil que no me abandona.<br />
<br />
Ya regresaré en otra ocasión , lector mío, para irte desgranando más anécdotas, sueños, esperanzas y anhelos relacionados con aficiones y mi gusto por el pasado.<br />
<br />Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-89679229759333853692013-04-03T00:19:00.002-06:002013-04-07T23:24:12.904-05:00Página treinta y uno: Mi vida como retronauta<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-0FWEHD3CeVk/UVvJp7Avf6I/AAAAAAAAAXc/xdxcigDkIFw/s1600/D%25C3%25A9cada+de+1920.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://2.bp.blogspot.com/-0FWEHD3CeVk/UVvJp7Avf6I/AAAAAAAAAXc/xdxcigDkIFw/s320/D%25C3%25A9cada+de+1920.jpg" width="240" /></a></div>
Querido, muy querido lector:<br />
<br />
Desde enero no regresaba a estas páginas a plasmar en ellas mis impresiones. Y es que, en efecto, tengo que asumir que la constancia no se me da. Nuevamente te pido disculpas por ello antes de adentrarme en un tema que me ha movido, durante toda mi vida, a hacer lo que unicamente la imaginación logra: viajar por el tiempo hacia un pasado que me hubiera gustado convertir en presente. En mi presente, para ser aun más exacta. Vivir varias vidas dentro de un solo cuerpo, es algo que solo la imaginación logra. Y aun más: vivir esas varias vidas en tiempos y atmósferas diferentes, aunque la identidad siga siendo la misma y el hilo conductor de todos mis atrevimientos de consumada retronauta. Pero, antes de que mis habituales disquisiciones terminen empantanado farragosamente mi discurso, haré un poco de historia. Si, regresaré a esa tarde de noviembre del 2006 cuando descubrí un maravilloso lugar en la red llamado <i><b>Cuaderno de costura</b></i>. El aburrimiento me mantenía pegada a mi silla mientras navegaba por el porceloso mar del internet en busca de nuevas emociones visuales que tuvieran que ver con mi gusto por los trajes de época. Casi todas las páginas estaban en inglés y, como aun me sucede el día de hoy, la poca pericia que me es propia para comprender los intringulis del idioma británico, hacía que me redujera a la contemplación arrobada y envidiosa de esos maravillosos vestidos que habían sido mi sueño desde que yo era apenas una niña. De repente, buscando miriñaques y mientras saltaba de una imagen a otra, fuí a topar con el <i><b>Cuaderno de costura</b> </i>que implicó, para mí, abrir una puerta hacia un mundo que estaba por salírseme de la cabeza y empezar a tomar una forma tridimensional para dejar atrás la existencia plana del dibujo. Ese momento exacto en que ví las fotos de una mujer, tan maravillosa como increíble, que vestía con el pudor y el recato de una auténtica dama del siglo XIX. Pero, lo mejor estaba aun por venir cuando me dí cuenta que podía leer sus textos sin problema además de poder ver aquellas hermosas y cuidadas imágenes que la mostraban cargando entre sus brazos a un perrito blanco mientras se retrataba con una abultada crinolina hecha por ella misma. De repente, mi espíritu de retronauta se puso en acción y, después de revisar lo escrito por ella, le comenté una entrada de su blog sin esperar, realmente, que hubiera una respuesta. Y, para mi sorpresa, no solo la hubo sino que, además, me permitió seguir en comunicación con esta mujer tan especial para mi afecto a la que tan orgullosamente llamo amiga.<br />
<br />
<i>Cuaderno de costura</i> y su autora, me hicieron nacer al mundo del recreacionismo histórico y propiciaron el desarrollo de talentos en mí que yo no creía tener. Mi interés sobre el desarrollo de la historia de la indumentaria en Occidente, se combinó con mi escasa habilidad para concretar, tridimensionalmente, lo que yo imaginaba conviertiéndolo en dibujo. Y así, ese mismo diciembre del 2007, pude yo también lucir mi primera "creación" para pasearme con ella por el lugar que yo había imaginado para tener esta primera experiencia de evento con matices de viaje en el tiempo. No, mi primer traje no fue perfecto, aunque me empeñe en que tuviera detalles que lo hiciera identificable con una época en concreto. Así que lo hice de algodón egipcio, me improvisé un corsé y me arreglé con esmero para poder ser identificada como una dama de principios del siglo XIX. Fue un día mágico, absolutamente mágico en los que conocí a otras mujeres que, como yo, disfrutaban de algunos aspectos de la vida del pasado. Nos tomamos fotos, conversamos, paseamos y nos despedimos con la intención de volver a vivir "eso" que nos mantenía unidas en la red y que habíamos experimentado tan agradablemente durante un instante que había durado un día. Por supuesto, hubieron más reuniones y más vestidos; tal vez, no tantas como yo deseaba, pero de todas maneras fueron significativas para mí. La actividad fue pues en "crescendo". El Centro Historico de la Ciudad de México, el bosque de Chapultepec, los viveros de Coyoacán, la ciudad de Puebla... Y bueno, tres trajes Imperio, uno de miriñaque, uno más de "china" -tipo popular mexicano de la primera mitad del siglo XIX- ... Empecé utilizando máquina de coser pero, por razones de mi poca pericia en el uso de tales instrumentos, siempre termino cosiendo a mano. Me gusta hacerlo así, como me gusta también improvisar mis patrones con la ayuda de un libro titulado<i>: <b>The cut of the women´s clothes 1600-1929</b></i> de Norah Waugh que es mi joya de la corona en cuanto a bibliografía sobre el tema. No, no soy perfeccionista y trato siempre de no equivocarme porque, la corrección, se me da muy mal. De hecho, sigo mi intuición y trato de aprovechar mis errores de la mejor manera, aunque el resultado no termine siendo exactamente lo que deseaba en un principio. Pero, disfruto esa dosis de misterio alrrededor de la obra que siempre traigo entre manos. En fin, que no soy buena, ni la mejor, a la hora de recrear los trajes de época; pero, los hago o trato de hacerlos con cuidado y atención para que, cuando me los ponga frente al espejo, el resultado me emocione. Y sí, hasta hoy, no me ha defraudado lo que he conseguido, aunque esté lejos aun de la perfección apetecible.<br />
<br />
Y, por supuesto, dejó para el final la presentación de mi último traje que estrené este Domingo de Ramos y con el cual subí al Castillo de Chapultepec. Por razones que tienen que ver las autoridades del bosque de Chapultepec, no me "caractericé" para no arriesgarme a que no me dejaran pasar. Solo lo estrené y pasé desapercibida entre la multitud que llenaba el museo mientras yo me dedicaba a tomarle fotos a los objetos que se me antojaban y me tomaba fotos a mi misma reflejándome en los espectaculares espejos con los que cuenta la exhibición. Chapultepec es mi casa y sus habitantes incorpóreos, mis compañeros de otras vidas imaginadas. Después, durante la Semana Santa, me hice una sesión de fotos, en mi propia casa, para poder utilizar alguna como ilustración para esta página de mi álbum, así como poder realizar una selección de como el traje fue tomando forma al correr de los días en mi sitio de imágenes de <b style="font-style: italic;">Flickr</b>. El tercer paso para lucir este modelo de la década de 1920, que surgió de mi propia inspiración, será poder llevármelo a la ciudad de Puebla para pasearme con él en compañía de otra entrañable amiga que conocí adentrándome en este aventurado y creativo mundo de la recreación histórica. Ese viaje lo tengo programado para principios de mayo y espero poder tomarme suficientes fotos como para ir engrosando mi álbum de imágenes de <b style="font-style: italic;">Flickr </b>que, en la actualidad, tiene muy poco para mostrar con respecto a esta actividad que realizo y que tanto me alimenta. De momento, solo me queda por añadir que el vestido es de tela de algodón estampado con bies azul y lazos de raso en los costados, que tuve que corregir su forma porque en un principio me quedo enorme y que para realizar esa corrección les pedí de sus sabios consejos a dos de mis más queridas amigas, camaradas en este mundo vivo de la recreación histórica, sin cuya valiosa ayuda hubiera naufragado en las desmotivantes aguas del fracaso más estrepitoso.<br />
<br />
Es así como por hoy, lector mío, me despido con la firme intención de regresar en cuanto junte más noticias de mis singulares actividades e inefable gusto por el mundo del pasado. Mientras tanto, aquí te dejo esta nueva página para compartir contigo mis aficiones y conocimientos.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
.Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-78747054475425996852013-01-21T16:29:00.001-06:002013-04-07T23:20:48.534-05:00Página treinta: Lincoln ó un ejemplo más de la Historia contada por Hollywood<br />
<div class="separator" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;">
<img border="0" height="241" src="http://www.thelincolnmovie.com/media/images/gallery/5.jpg" width="320" /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES-MX;">De nuevo aquí, mi generoso lector, para ponerte al tanto de una de mis últimas incursiones cinematrográficas que tienen que ver con el siglo XIX. Ayer fui al cine a ver <i>Lincoln</i>, una
película producida y dirigida por Steven Spielberg que ha sido nominada a los
óscares de este año como mejor película. Y tal vez gane el premio porque tiene todo
lo que una película ganadora debe de tener: superproducción, elenco de gran
cartel, vistosa fotografía y una recreación histórica lo suficientemente
acercada a la realidad como para aparentar ser creíble. Sin embargo, algo le falta para rayar en el estatus de
casi perfección al que la industria de Hollywood aspira cuando cuenta la
Historia, así, con mayúscula y, eso en lo que falla, es simplemente el
tratamiento del tema desde un punto de vista más objetivo e interesante, no
solo para el erudito, sino simplemente para el espectador común que suele
aprender Historia viéndola en las pantallas de los cines y no a través de las
opiniones y los estudios de los especialistas. <i>Lincoln</i> es, desde mi punto de vista, eso, un gran elefante blanco
cargado de millones de dólares que no alcanza a cumplir airosamente con su
cometido de contarnos una historia real y verdadera. Estoy de acuerdo que el
cine no es más que una ventana a los diversos modos de ver la realidad a través
de los ojos de sus creadores e intérpretes.
Sin embargo, cuando se trata del resbaloso terreno de lo acontecido,
esas interpretaciones deben de ser cautelosas si no quieren rayar en lo
absurdo. Steven Spielberg tiene debilidad por contar historias en
donde se respira una verdadera manipulación emocional del espectador. No se
resiste a contar la Historia como la contaba Cecil B de Mille en sus
superproducciones de antaño. Y esta
historia de <i>Lincoln</i>, no es la excepción.
Es una historia norteamericana para ser vista por norteamericanos que necesitan
hoy el refuerzo de una identidad que se resquebraja bajo el embate de la
desintegración. De ahí que el siempre
oportunista Spielberg, haya decidido hincarle el diente al personaje que, tras
George Washington, Padre de la Patria norteamericana, es el más emblemático de
toda la Historia de Norteamérica: Abraham Lincoln. Curiosamente, el Lincoln interpretado por Daniel Day
Lewis, en un afán desmitificador, no logra darle la fuerza necesaria a ese héroe de la Unión
Americana que fue el que puso a los Estados Unidos en el camino de su posterior
grandeza. Es más, durante toda la
película, Lincoln se define a través de sus confrontaciones con los otros:
Seward, Stevens, su esposa Mary Todd y hasta de su hijo Robert. Hay algo que parece fallar irremisiblemente
en este Lincoln tan familiar como caricaturesco, ajeno a la grandiosidad que le
otorga la historia oficial norteamericana. Toda desmitificación transita por
los terrenos verdaderamente pantanosos e inciertos de las interpretaciones
personales. Y la presentación de este Lincoln, no es precisamente la excepción
a la regla. Si me tengo que quedar con algún personaje de la película, ese es,
sin duda, Mary Todd, la desequilibrada esposa que actúa como una especie de
conciencia del propio presidente. Dudo
que su imagen en el filme, corresponda a una realidad histórica objetiva, sin
embargo, me agrada el giro libertario que asume frente a su propio esposo
creciéndose como personaje. No sé si eso que noté fue intencional o
sencillamente ocurrió al margen del manejo de dirección del propio Spielberg,
lo cierto es que Mary Todd, esta Mary Todd, hace mucho por un Lincoln reducido
a una interpretación simple y poco clara de un personaje histórico que no
logra, ni quiere –me parece a mí- romper con los cánones oficialistas. En fin, es la típica película bonita que deja
un sabor agridulce en el paladar del espectador ya que, siendo pretenciosa,
como lo son todas las grandes superproducciones fílmicas, solo alcanza a cubrir,
de manera sobradamente decorosa, el aspecto visual mientras que el contenido
queda reducido a contarnos, de un modo poco atractivo, los bemoles de una
historia oficial que, de ninguna manera, queda superada o revisada. Así pues, quien vaya a verla se encontrará
con el “padre Abe” de toda la vida presentado según la visión de un Hollywood
conservador que, lejos de desmitificar, solo le da un aire más contemporáneo al
mito histórico.<o:p></o:p></span></div>
Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-54788103557719853112013-01-03T00:54:00.004-06:002013-04-07T23:23:15.541-05:00Página veintinueve: Una vista a Orsay sin salir de casa.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-UibjbEphpmc/UOUp_wI8hNI/AAAAAAAAAXA/dReVU2CkFKI/s1600/2013-01-02+15.05.56.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://1.bp.blogspot.com/-UibjbEphpmc/UOUp_wI8hNI/AAAAAAAAAXA/dReVU2CkFKI/s320/2013-01-02+15.05.56.jpg" width="240" /></a></div>
Mi muy querido lector, paciente y fiel, de este Álbum de Ánecdotas:<br />
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El día de hoy, retomó esta página para comentarte que inauguré este 2013 con una vista al Museo Nacional de Arte -MUNAL- que se encuentra en la calle de Tacuba ubicada en el Centro Histórico de la Ciudad de México. El edificio actual en donde se encuentra el museo, data de la primera década del siglo XX y fue concebido, originalmente, como un palacio dedicado a las comunicaciones de la época -principalmente, el telégrafo-. En el siglo XIX, en ese mismo predio, se albergó el Hospital de San Andrés que colindaba con el primer cementerio civil que tuvo la Ciudad de México y que se le nombró de Santa Paula. Pero esa es otra historia que quizá cuente en alguna página futura de este álbum. Hoy regresé al MUNAL porque, después de todo, no podía hacerme oídos sordos ante la "invitación" que se me había extendido de conocer algunas de las obras que tienen por hogar el famoso Museo d´Orsay, en París. Manet, Monet, Renoir, Rodin, Gauguin y fotógrafos como Félix Nadar o los celebérrimos hermanos Lumiere, fueron mis anfitriones, por un instante, mientras yo deambulaba viendo las imágenes de la exposición. Para mi deleite, no hubo tanto público como en otras y pude ir y venir a mi gusto y sabor por las salas mientras yo misma tomaba fotografías con la cámara de mi teléfono celular. Tal vez, lo más destacado de la exposición, fue un Gauguin que he visto reproducido en cantidad de libros de arte y que me hizo reflexionar sobre el hecho de que yo también tengo pendiente una escapada a mi Tahití personal en busca de mi propio destino y de que éste llegará, sin duda, porque nadie puede escapar de sus proyecciones hacia el futuro o, lo que es lo mismo: nadie puede dejar de ser lo que desea ser desde que tuvo uso de razón para empezar a diseñar su vida. Así pues, después de un conflictivo diciembre que me dejó un amargo sabor de boca, estar frente a un Gauguin real, me hizo pensar que, finalmente, yo también podré tener la oportunidad de abandonar algún día el escritorio de mi oficina para irme a concretar unos sueños que aun no son lo suficientemente maduros como para arrastrarme en pos de ellos. Pero, sé que madurarán y se concretarán para hacerme feliz. Gauguin, hoy, me dio ese mensaje: que no ceje, que no me desespere, que no me sienta miserablemente atada a mis circunstancias actuales como si nunca fueran a cambiar cuando la vida es precisamente eso, cambio y mutabilidad. Y puedo decir que lo sentí cuando seguí recorriendo las salas y viendo las imágenes. El autoretrato de un Renoir joven, me trajo a la mente que la memoria no son más que imágenes interiores congeladas en el tiempo o recreaciones de lo que creímos que fue a partir de nuestra propia percepción del instante vivido fijado por las emociones que nos produjeron. Y ese Renoir joven, con su sombrero y su barba, me observaba desafiando el tiempo mientras yo lo observaba a él como si en realidad estuviera ahí y no fuera, simplemente, el eterno reflejo del interminable juego de la memoria. Vi fotografías en una sala acondicionada ala manera de un cafetín de la época, de esa Belle Epoque lejana y al mismo tiempo cercana para mi imaginación. Me encantó la recreación de la atmósfera y como el público participaba en esa dinámica suscitada por la recreación de un ambiente que para todos implicaba significados diferentes. En mi caso, era un viaje a un pasado que yo convertía en presente cada vez que fijaba mi vista en una fotografía. No tengo que reiterar cuanto disfruté la vista, ni tampoco cuantos recuerdos me trajo. Hoy estuve un instante en el Museo de d´Orsay y me sentí, de nuevo, inmersa en un espacio-tiempo particular que es el que alimenta a mis sueños.Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-10839659845058734802012-06-06T00:12:00.000-05:002013-04-07T23:21:57.312-05:00Página veintiocho: El 5 de mayo de 1862<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-jMK9w30fWNg/T87mMTZELFI/AAAAAAAAAWU/cY_iXMLfGDo/s1600/SDC11835.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://2.bp.blogspot.com/-jMK9w30fWNg/T87mMTZELFI/AAAAAAAAAWU/cY_iXMLfGDo/s320/SDC11835.JPG" width="213" /></a></div>
Paciente, muy paciente lector:<br />
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El tema que hoy me ocupa, tiene que ver con los sucesos del pasado 5 de mayo. Voy un mes atrasada de noticias, bien lo sé; pero, para variar, no he dispuesto de mucho tiempo para dedicarlo a ponerme al día en estos menesteres de hacer crónicas. Hoy, precisamente hoy, tengo tiempo y ganas así que, ahí te voy.<br />
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El viernes 4 salí del trabajo como siempre. Podría decir que a la misma hora; pero, no. Tuve prisa por llegar a casa a coger mis cosas e irme a Puebla. Por supuesto, por mucha prisa que me di, no llegué a Puebla antes de las 10 de la noche -tal y como me hubiera gustado hacerlo-. En fin, que después de la cordial bienvenida y demás salutaciones, nos dirigimos al hotel en donde íbamos a quedarnos. Algo absolutamente de época y muy, muy poblano. Como en esta ocasión solo eramos dos, nos dedicamos al sano "güiri-güiri" hasta poder conciliar el sueño. Pero, antes de que tal cosa sucediera, nos pegaron un susto de muerte al tratar de entrar en nuestra habitación un par de desconocidos. Si, algo así como una anécdota de película pero sin galanes cinematográficos y, por supuesto, dejando una estela de temor que, aunque pudo arreglarse la situación, no dejó de escamarnos. Claro que, estabamos tan emocionadas por vivir nuestro propio 5 de mayo de 1862, que nos dormimos esperando ver cumplidas todas nuestras espectativas puestas en el siguiente día.<br />
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El recorrido del 5 de mayo, fue una serie de agradables sorpresas y frustraciones. La mayor de todas las frustraciones fue que, por más que lo intentamos, no pudimos llegar hasta los fuertes a ver el evento que las autoridades prepararon para sus invitados. La mayor de todas las agradables sorpresas fue el habernos convertido en personas 100% fotografiables. Extranjeros que nos pidieron posar junto a ellos, familias que nos pidieron lo mismo, personas que nos reconocieron después de haber estado todo el día recorriendo el centro de la ciudad de Puebla vestidas con nuestros miriñaques... Fue una experiencia tan deseada como afortunadamente lograda dentro del marco de una celebración histórica. Sacamos muchas pero muchas fotos y, al mismo tiempo, nos sacaron también muchas fotos. Visitamos y nos tomamos las fotos que son antojaron en un casi desierto museo que reproduce la forma de vida de una familia insigne, la de los hermanos Serdán. Si, es cierto que los hermanos Serdán se ubican dentro del espacio histórico de la Revolución Mexicana; pero, la casa y el ambiente, es absolutamente decimonónico y eso fue lo que se aprovecho a la hora de tomarnos las fotos. Por supuesto, no dejabamos de hablar y de comentar la expriencia que nos encontrabamos viviendo entre foto y foto que nostras mismas capturabamos con nuestras respectivas cámaras.<br />
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Puedo añadir que ese día me llevó a reconsiderar la vida de aquellas mujeres que, durante el siglo XIX, tuvieron que vestir los ampulosos miriñaques a diario porque, ir al baño o pasarse todo el día con uno puesto, termina resultando en extremo inconveniente para lo que estamos acostumbradas hoy en día. No, hacer "pipí" en el baño del museo, no fue fácil. Y, aunque el material con el que hice mi miriñaque era bastante liviano, después de todo un día con él puesto mientras cargaba el peso de una falda de 6 metros, terminé con dolor de cintura y, como se suele decir: "pidiendo esquina", o lo que es lo mismo: deseando llegar al hotel para regresar a la normalidad de la vida del presente. Regresamos pues, satisfechas de nuestra aventura decimonónica y con un montón de anécdotas que conservar en la memoria. Aunque aun faltaban más. Claro que, lo que sucedió después, ya no atañe al disfrute de nuestra caracterización como mujeres del siglo XIX por lo que lo obviaré para dirigirme a una reflexión final sobre esta reunión de Augusta México en donde participamos Lady Constance y yo.<br />
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Mi querido lector, "viajar" al pasado, hoy, no es más que un asunto de imaginación que interactúa con el conocimiento que se tenga sobre ese mismo pasado que se intenta recrear. Para mí, el 5 de mayo de este 2012, fue un día mágico en donde pude, durante unas cuantas horas, verme como siempre me ha gustado poder imaginarne y disfrutar con la compañía de personas que, como yo, disfrutan horrores el poder hacer posible estos breves viajes por el tiempo. Solo me queda, si me lo permites, lector mío, agradecer a Lady Constance por ayudarme a concretar un sueño más de los muchos que pueblan mi imaginario.Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-24230682081320515382012-04-27T23:08:00.001-05:002012-11-06T11:43:26.732-06:00Página veintisiete: Un sueño que se volvió realidad.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-LkdTYj9t0N4/T5tszfzNQCI/AAAAAAAAAVo/l9OujBsux70/s1600/P1030920.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://1.bp.blogspot.com/-LkdTYj9t0N4/T5tszfzNQCI/AAAAAAAAAVo/l9OujBsux70/s320/P1030920.JPG" width="320" /></a></div>
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Mi nunca olvidado lector:</div>
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Esta página de mi álbum va a tratar sobre la naturaleza de los sueños y la importancia de concretarlos sin importar la edad que se tenga o los años que una cargue sobre sus espaldas. Finalmente, después de casi un mes de dedicarme a la tarea de hacer un miriñaque de los llamados de jaula, lo concluí. Fue un mes de trabajo absorvente y algo accidentado pero, cuando la "jaula" estuvo concluida, sentí lo que había percibido con anterioridad: la profunda satisfacción de haber alcanzado uno de esos sueños que gestamos en la infancia y que se enraizan en nuestro interior dando origen a muchos aspectos de nuestra vida ya como adultos. Me explico: cuando yo era niña, soñé muchas veces verme como una de esas mujeres de los retratos antiguos con su faldas ahuecadas por los miriñaques y sus tirabuzones. Soñé que tendría la oportunidad de verme así cuando hiciera mi Primera Comunión; pero, el destino me negó, en aquella ocasión, ser la "princesita" que soñaba en un día tan especial. Me frustré, por supuesto y viví muchos años preguntándome ¿por qué yo no parecía tener derecho a ver mis sueños hechos realidad? ¿Qué era lo que me lo impedía? Pronto descubrí que el ver cumplidos nuestros sueños dependía más de nosotros mismos que de aquellos en los que depositábamos nuestras esperanzas de auxilio para cumplirlos. Claro que, el darme cuenta de ello no me impidió que siguiera, amarrada por el miedo al fracaso y a la frustración que éste conlleva, a demorar mis satisfacciones personales. Aun hoy soy una experta en autoboicoteos de todo tipo, lo confieso; aunque también reconozco que, poco a poco, he ido controlando ese miedo a no hacer por no saber como controlar algo tan deseado como es el éxito. En fin, cuando mi vida dependía de otros, solo soñaba con el momento en que, finalmente, pudiera hacer lo que me viniera en gana y poder así cumplir mis ansiadas metas. Por supuesto, la vida se va encargando de demostrarnos cual es el camino que debemos de seguir porque es el que escogimos para transitar por él incluso antes de llegar aquí. En este caso, la idea de tener un miriñaque de jaula data de la época en que yo era niña. ¿Por qué no lo logré antes? Porque me negué a mi misma la posibilidad de hacerlo creyendo, de un modo bastante incosistente pero tenaz, que no estaba capacitada para ello y que me resultaría realmente difícil hacerme con uno. Pasaron los años y seguía deseando lo que, según yo, estaba fuera de mi alcance por completo. Un día, siendo ya una mujer joven, pude probarme un miriñaque en un museo en donde yo estaba cumpliendo con mi servicio social. Fue uno de los momentos más felices de mi vida que quedo inmortalizado a través de la imagen fotográfica. Después de eso, creí haber alcanzado la meta que me había impuesto en mi niñez sin imaginar que años después, al descubrir el recreacionismo histórico, volvería a mi la idea de, ahora sí, hacerme un miriñaque de jaula. </div>
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El pretexto era cumplir con mis objetivos recreacionistas y, aun así, la primera vez que decidí usar uno para una reunión de mi grupo de Augusta-México, compré uno de dos aros que terminó en la basura. Por eso, este año que las "Augustas" mexicanas decidimos repetir la experiencia del miriñaque, me decidí a agarrar al toro por los cuernos y hacerme uno tal y como no me cansaba de visualizarlo. "Ataque" el proyecto con cuidado en medio del eterno dilema de si encargarlo a Estados Unidos vía internet o hacérmelo. La duda de que aun no estaba lista para acometer tamaña tarea, siguió frenando mi impulso. ¿Qué materiales serían los óptimos? Me costó optar por los tubos de polietileno presa de un prurito de purismo radical en materia de recreacionismo; pero, pronto acallé mi conciencia cuando me dije que en el siglo XIX, lo que se llevaba bajo la falda, en no pocas ocasiones se improvisaba dependiendo de los recursos económicos de quienes lo llevaban. Ni miriñaques, ni polisones fueron siempre iguales en diseño y materiales, así que, siguiendo los pasos de este espíritu que privilegia el ingenio de los recursos, callé definitivamente a mi atormentada conciencia recreacionista y me puse manos a la obra. El resultado puede verse en la imagen que acompaña a este texto. Sí, puede parecer un poco reducido en cuanto a las dimensiones de los aros pero, aun así, todavía está dentro del rango estándar de lo que eran los miriñaques de esa época a caballo entre las décadas de 1850 y 1860. Me gustó el efecto ya con la falda puesta y, por supuesto, me emocioné al verme en el espejo. No es exagerado y su discreción, en cuanto a volumen, se me hace muy apropiada para una mujer de mi edad. Tendré que usar el vestido que estrené en diciembre del 2009 pero, no importa; no en esta ocasión que me dediqué a los "interiores" y me hice el miriñaque. </div>
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Para concluir, lector mío, solo añadiré que estoy deseosa de viajar a ese evento que conmemora y celebra la sonada victoria del ejército mexicano sobre el ejército francés de ocupación en 1862. Quizá, cabalgando sobre las alas de mis deseos infantiles, este próximo 5 de mayo se me cumplan aun unos cuantos anhelos más de los que guardo incólumes en lo profundo de mi memoria. ¡Ojalá así sea! </div>
Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4997236113586981050.post-71743238587764693822012-04-11T00:54:00.003-05:002012-04-11T01:10:46.777-05:00Página veintiséis: Lo que viene<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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<a href="http://1.bp.blogspot.com/_x2vBZUXDzVk/TDXDj2MWssI/AAAAAAAABzY/_6n1qkV2KVE/s320/crinolina.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://1.bp.blogspot.com/_x2vBZUXDzVk/TDXDj2MWssI/AAAAAAAABzY/_6n1qkV2KVE/s320/crinolina.jpg" /></a></div>
Mi querido lector:<br />
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Regreso a este rincón virtual para ponerte al tanto de mi nuevo proyecto. Verás, no había comentado nada, hasta este justo instante porque, no veía la cosa muy clara. Y para serte sincera, sigo sin verla, aunque ya tengo el suficiente camino andado como para abrir una nueva página contándote mis avances y aventuras. Desde que el Capítulo de la Sociedad Victoriana Augusta de México se reunió la última vez, se empezó a tramar nuestra participación en los festejos de celebración del aniversario número 150 de la Batalla de Puebla que tuvo lugar en el año 1862. Fue una batalla que el ejército mexicano le ganó, sopresivamente, al ejército francés de ocupación. Un ejército que tenía fama de invencible en aquellos momentos -aunque esa fama, no fuera del todo bien merecida-. Por supuesto, un año después, en 1863, la batalla se repitió y los franceses ganaron. El asunto aquí, lector mío, es que este año se celebrarán los 150 años de esa victoria moral que hizo a los mexicanos resistir a las armas francesas hasta 1867, año en que los franceses recibieron orden de repatriarse para poder apuntalar la ya maltrecho imperio de Napoleón "el chico" frente a la amenaza prusiana que finalmente lo devoró. Pero, en 1862, nadie imaginaba que el destino de aquella arrogante Francia del Segundo Imperio, estaba ya condenado al más estrepitoso de los fracasos. Pues bien, en medio del fervor patriótico que suscita esta celebración en la ciudad de Puebla, nuestro exiguo Capítulo de SVA, ha decidido recrear el periodo con la vestimenta adecuada para volver a vivir este 5 de mayo como si fuera aquel de 1862. Dicho de otra manera, mi muy paciente lector, volveremos a vestir el ampuloso miriñaque -mal llamado "crinolina"- para pasearnos por los escenarios poblanos dispuestas a colaborar con nuestro modesto granito de arena para la magna celebración.<br />
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Ahora bien, se me ocurrió que esta vez me haría un miriñaque de aros, tal y como siempre he deseado tener. Primero batallé con la búsqueda de los materiales hasta que me decidí por comprar varios metros del económico poliducto. Fuí al centro a comprar listón pues mi idea es la de reproducir un miriñaque de los llamados "de jaula". Empecé a cortar los tubos con un cuchillo, después a coser los listones para forrar y unir los aros y más tarde... Para que te la hago de emoción. Me corté con el cuchillo y llevo más de una semana sin concluir el tercer aro que ya tengo forrado. dicho de un modo menos dramático, tengo mi actual proyecto en suspenso -aunque para mi alivio, pienso retomarlo en breve-. Por supuesto, meterme a hacer un miriñaque de estas características, significa que no voy a poder hacerme un nuevo "modelito" para esta celebración, así que, si me da tiempo, le meteré mano a mi viejo traje rosa para hacerle mejores acabados y, san-se-acabó. La verdad es que me gustaría concluir varias cosas pendientes que usar ese día: una camisa interior que tengo a medio terminar, igual que una enagua de volantes lo que significa que, tal vez -es lo más probable-, no pueda darle su "manita de gato" a mi vestido. ¡Ni modo!, si quiero miriñaque, tendré que "repetir" y conformarme con lo que hay. De momento, ya se me viene el tiempo encima y tengo que darme prisa si quiero "estrenar" este 5 de mayo. En fin, y como nada está terminado aun, ni siquiera tengo fotos para ilustrar esta página de mi álbum, lo que significa que tendré que auxiliarme de alguna imagen tomada de la generosa "red" que tomaré en préstamo. Por hoy, esto ha sido todo. Espero regresar pronto con buenas y mejores noticias.Carmen López y Martíhttp://www.blogger.com/profile/14461317358489829428noreply@blogger.com1