Página veinticinco: La inspiración de Naná

Lectores míos -si es que aun conservo alguno por aquí-:

Retomo la pluma virtual, para incluir una nueva entrada acerca de mis proyectos, más o menos, de carácter reminiscente.  Han pasado muchas cosas desde la última vez que me animé a poner algo entre estas páginas.  Por ejemplo: viajé, me cambié de casa, conocí en persona a alguien muy querido por mí... Vamos, que resumiendo, mi vida volvió a cambiar.  Empecé este 2012 -año de aniversarios-, sintiéndome bastante contenta y reconstituida, mientras pensaba en todo lo que quería hacer antes de cerrar, con broche de oro, este año recién inaugurado. ¿Propósitos?, pocos. Tal vez el mayor de ellos sea reconciliarme con el trabajo y dejar de pelearme con esa sensación de no tener tiempo para lo que me gusta.  ¿Qué es lo que me gusta? Leer, dibujar, escribir, pasear, descubrir nuevas cosas, sentirme creativa y poder compartir lo que soy con la gente que quiero. Ciertamente, en estos últimos años, no he tenido muchas oportunidades para sentirme creativa, si exceptúo los momentos puntuales que me ha brindado la costura,  Y digo bien: ¡puntuales! Sin ir más lejos, el año pasado, solo me pude hacer un vestido, aunque asistí a dos eventos.  En el primero, aparecí como el Espíritu de la Rosa en un desfile carnavalesco que celebraba el inició de la Primavera.  En el segundo, que fue en el Parque de los Viveros, volví a hacerme un traje Imperio, con un toque más al gusto anglosajón, en un color celeste que me favoreció mucho. Mi tercera participación estaba planeada para el concurso de Ofrendas el 1o de noviembre en la calle de Regina del Centro Histórico de la Ciudad de México, con un modelito de mediados de la década de 1840, que nunca vió la luz.  Debo de confesar que me hice una camisa interior -que no me gustó como me quedó, la verdad- y me enfrasqué en la confección de una enagua que tengo guardada hecha solo a la mitad. Un desastre y, por qué no, un fracaso casi mayúsculo. Aunque, no todo se perdió ya que la cantidad de metros que compré para el traje de la década de 1840, bien puedo utilizarlo para hacerme otro traje de miriñaque que tiene, como plazo para ser estrenado, el 5 de mayo de este ominoso 2012. Curiosamente, considero que la tela en cuestión, es más apropiada para un traje de principios de la década de 1860 y, puesto que ni siquiera pude utilizarla para cortar las piezas que componían el traje del anterior proyecto, la utilizaré para este futuro evento que espero, esta vez, si pueda concretarse sin que se presente en el inter, ningún inconveniente de cuidado. Por supuesto, para esta ocasión, tengo otro reto que asumir: fabricarme el miriñaque.

Y aquí llego al punto en el que he estado atorada desde que pensé llevar a cabo su confección:  ¿cómo hacerlo?, ¿qué materiales debo utilizar? Me hubiera gustado hacerlo de fleje metálico; pero, creo que finalmente lo haré de varilla de plástico.  Lo que si tengo muy claro es, cómo lo quiero.  Será de jaula y de cinco aros, como muchos de la época. Sé que el fleje metálico tiene más ventajas que la varilla de plástico pero, aquí en México, es mucho más difícil de conseguir el dichoso fleje.  Por otro lado, si lo tengo que transportar, la varilla de plástico me ofrece ciertas ventajas que el fleje metálico no me da.  En fin, ahora, lo que tengo que conseguir son los metros y metros de varilla de plástico a un precio razonable. ¿Con qué recubriré los aros para darle consistencia?, ¿qué material utilizaré? Manta que es, finalmente, una tela de algodón 100% en un color crudo. El asunto deriva pues hacia las instrucciones técnicas de como hacer los aros, como reforzarlos y, por fin, como unirlos para que se forme la "jaula" que pueda ahuecar la falda.  Después de eso, es obvio que necesitaré una enagua para que no se me marquen los aros y, por fin, la falda.  No pienso hacerme nada complicado porque, como de costumbre, no voy a tener mucho tiempo disponible para  hacerlo.  Va a ser un falda sencilla y una blusa también sencilla con uno de esos cinturones tan en boga en la década de 1860 -aunque no pueda meterme aun en los berejenales de construir armazones elípticos-. ¡Ni modo!, conozco mis limitaciones y  asumo que mi reto será, en esta ocasión, construirme mi propio miriñaque.  Ni siquiera tengo pensado hacerme los calzones largos ya que, como Naná, pienso llevar la camisa interior y las medias, nada más.  Quiero ser optimista y pensar, no solo que puedo, sino que ciertamente voy a lograrlo, me salga como me salga.

En fin, lector mío, poco hay que añadir a lo que acabo de expresar.  Para mayo, el miriñaque; y para diciembre, probablemente sea algo de la Vuelta del Siglo, por otro nombre: la Belle Epoque -aunque esto último no está aun muy decidido-.  Pero, como no hay que comer ansias, primero va lo primero y esto es, para mí, tener que entrarle al asunto de los aros. Dos proyectos, pues, para un año peculiar cargado de una atmósfera un tanto pesada marcada por un pesimismo contenido.  Espero entonces tener tiempo para irte notificando de mis avances y, bueno, también poder contarte algo más acerca de esa época fascinante que fue el siglo XIX al que este álbum esta especialmente dedicado. 

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