Página cuarenta y cuatro: Un crimen sentimental





      Mi muy querido lector:

  Me sumerjo de nuevo en las profundidades históricas para tratar un tema que, si bien no corresponde de lleno al siglo XIX, digamos que su trascendencia si lo hizo pues se alargó hasta las primeras décadas del siglo XX. El motivo de esta nueva página es el de acercarte a la experiencia que viví gracias al contenido de un libro escrito por John Brewer titulado: Un crimen sentimental. Amor y locura en el siglo XVIII. La experiencia comenzó justo en el momento en que lo hallé en el reciente remate de libros en el Auditorio Nacional este pasado marzo. Como últimamente he empezado a leer muchos libros pero ninguno ha logrado atraparme en su contenido, tomé el ejemplar con bastante desgana preguntándome si no sería un titulo más que añadir a la larga lista de lecturas fallidas en estos últimos meses. El título prometía pero hay muchos títulos que prometen y que dejan la ilusión del lector al interior del hoyo negro de la desgana; sin embargo, esta vez me encontré con un tema apasionante, muy bien tratado y con una narración ágil y entretenida. ¿De qué va ese texto?, de un suceso que conmocionó a la buena sociedad londinense de 1779 ya que involucraba a la conocida concubina -o "demi rep" como se les solía llamar en ese momento- del cuarto conde de Sandwich, a la sazón Primer Lord del Almirantazgo, y a un hombre respetable pero enloquecido por el amor no correspondido que sentía hacia esta mujer. Si piensas en un  hecho de sangre, mi querido lector, acertarás ya que el 7 de abril de 1779, a las puertas del Convent Garden, Martha Ray fue asesinada por el reverendo James Hackman. ¿Y que de importante tiene éste hecho de nota roja para que se haya publicado un libro más de doscientos años después hablando de él? Importancia histórica solo tiene en la medida en que nos habla de un evento que, como dice al principio de esta página, conmocionó a la buena sociedad londinense de la época; pero, su importancia historiográfica, en estos momentos, lo vuelve más relevante ya que John Brewer, el autor, escoge el hecho para explicarnos como es que se va transformando la manera de comprender lo sucedido generación tras generación y las implicaciones que esto conlleva. Para mí, caro lector, este texto resultó ser una verdadera golosina intelectual, un auténtico descubrimiento que va en el sentido de afirmar lo que siempre he sostenido acerca de la veracidad de la Historia, así, con mayúscula, y la función que esta veracidad cumple en el proceso historiográfico.

     Pero, hay algo más que extraje de esta interesante lectura y ese algo es, sin duda ninguna, el descubrimiento de una historia íntima y sentimental que yo desconocía por completo. Empezaré diciendo que la vida de Martha Ray se parece a muchas otras vidas femeninas que en el siglo de los Jorges, en Inglaterra, se encumbraron de la pobreza a la riqueza gracias a una sola particularidad: llamar la atención de un hombre poderoso o, por lo menos, en este caso en específico, a un hombre de buena cuna. Martha Ray era sombrerera, una profesión que en el siglo XVIII, en Londres, parecía ser la actividad más adecuada para establecer contactos de todo tipo entre los diferentes estratos sociales. En concreto, Brewer menciona que la palabra "sombrerera" llegó a ser casi sinónimo de alcahueta en ese siglo en Inglaterra. Pues bien, Martha Ray era sombrerera y conoció al cuarto conde de Sandwich cuando éste tenía ya una muy bien fundamentada fama de libertino y de incansable actor político. Sandwich había sufrido en su juventud un fuerte revés de fortuna en su entorno familiar ya que su esposa se volvió loca al poco tiempo de casados y él se consoló en los brazos de cuanta mujer pudo. Aun así, la relación que sostuvo con la agraciada Martha, no fue una relación circustancial sino una especie de concubinato que la elevó al rango de "semi respetable" -"demi reputation" o "demi rep"-. Por supuesto, el campo de acción de una "demi rep" tenía sus límites ya que no podía traspasar las fronteras de los estamentos sociales de la época, dicho de otra manera: podía ser la administradora de Hinchingbrooke o compartir el entorno doméstico de Sandwich en el Almirantazgo pero ciertamente no podía ser tratada como la igual de ninguna Lady lo cual hacía que el círculo de Martha Ray se restringiera a la sociedad que el propio Sandwich le proporcionaba cuando se hacían esas inolvidables fiestas en la casa campestre del cuarto conde de Sandwich en donde departía con cantantes, escritores, científicos e intelectuales. Ella misma parecía tener una voz de soprano tan buena que llegó a pensar en independizarse de la tutela de su protector convirtiéndose en cantante de ópera. Por supuesto, eso nunca sucedió ya que la propia Martha utilizaba ese argumento para presionar al aristócrata, que era el padre de todos sus hijos, con la intención de que Sandwich dejara bien protegida a su descendencia. La vida de Martha era pues una vida tranquila y cómoda como amante de un hombre connotado y como madre de familia aunque, por supuesto, tenía sus sinsabores sociales al no ser aceptada por el gran mundo aristocrático de la Inglaterra georgiana ya que solo se trataba de una "demi rep". Su discreta vida se hubiera  diluido en el mundo de las anécdotas de alcoba si no hubiera tenido el final que tuvo. Martha era una mujer atractiva para su época y era natural que tuviera pretendientes que se animaban a acercarse a ella para beneficiarse de su intimidad con el conde de Sandwich, pero Martha era una "semi respetable" así que, aunque su nombre se vio envuelto en ciertos asuntos de tráfico de influencias y negocios no muy claros por parte del Almirantazgo, nunca se pronunció dentro de "chismes" de sociedad que tuvieran que ver con alguna infidelidad por su parte. Al contrario, mientras vivió, ni siquiera la sombra que sobre ella proyectó la locura amorosa del reverendo Hackman pudo hacer dudar de su infidelidad.

     Y aquí es donde entra el tercer personaje de este triángulo amoroso. James Hackman, cuando conoció a Martha Ray en una de esas inolvidables fiestas de Hinchingbrooke en 1775, era un militar trece años menor que ella con quien conversó animadamente. James se sintió muy atraído por Martha y mantuvieron una amistad que se desarrolló en varios encuentros ocasionales hasta que James fue trasladado con su regimiento a Irlanda. De Irlanda regresó para convertirse en reverendo y, en este regreso, aunque James hizo hasta lo imposible por volver a ver a Martha, ésta se negó ya que existía el antecedente de que James le había pedido matrimonio a ella y ella se había negado. Todo esto se sabe por comentarios de terceras personas y, por supuesto, por una breve relación epistolar de muy pocas cartas, de él fundamentalmente. El chiste es que ella había decidido no volver a verle más para que no insistiera sobre algo que no tenía ningún sentido. James, ante la negativa de Martha, decidió suicidarse y hacerlo frente a ella, escribió un par de cartas que dejó con su cuñado y cargo dos pistolas que se llevó consigo al encuentro fatal del Covent Garden. ¿Por qué dos pistolas si solo tenía la intención de suicidarse? En el juicio que se le siguió como asesino de la amante del conde Sandwich, se manifestó que fueron dos por si una fallaba, cosa que, según parece, en la época era algo bastante frecuente. Sin embargo, lo que se planeó como un suicidio acabó siendo un asesinato y James Hackman, arrepentido, asumió las consecuencias perdiendo asimismo la vida en el patíbulo. Brewer sabe como trasmitirnos la sensación de estupor que causó este hecho en la buena sociedad londinense y también nos lleva de la mano para que veamos como en siglos posteriores este "romance" se transformó, primero, en un caso de estudio científico sobre por qué James Hackman reaccionó como lo hizo para cometer el crimen y luego, más tarde, se convirtió en un tema literario que terminaría hablando de un amor frustrado. Solo hasta finales del siglo XX, cuando la historia amplió sus temas de estudio dando énfasis a la historia social del periodo, resurgió la curiosidad por regresar a Martha Ray y a James Hackman tal y como lo hace John Brewer en este libro cuya lectura recomiendo ampliamente. Quisiera seguir mostrándote mucho más de lo que el texto encierra, lector mío, pero no quiero extenderme más para ver si así logro picar tu curiosidad y provocar su lectura tal y como yo lo hice. Y no, no creas que he olvidado la promesa que te hice respecto a Guillermo Prieto. Déjame solo que se me disipe un poco la emoción de esta extraordinaria lectura y que pueda volver a centrarme en mi bienamado siglo XIX mexicano.

Comentarios

El caballero Metabólico ha dicho que…
No conocía el término "demi rep", sí conocía el de "demi-mondaine", que al fin y al cavo viene a significar lo mismo. Hoy quizás podamos verlo como algo frívilo, pero en épocas pasadas era una de las pocas formas en las que una mujer inteligente y baja posición social, podía hacerse un hueco en la sociedad. Madame de Pompadour fue una de ellas, aunque su final fue bastante triste. Terminada su belleza y juventud, pasó a ser poco más que un juguete roto. La que fuera amante oficial del rey de Francia, termina muriendo en la indigencia sola y abandonada de todos. Lamentablemente la mujer siempre lo ha tenido bastante complicado para todo.

¡Un besote, querida Carmen!
Carmen López y Martí ha dicho que…
Así es, Pedrete. Así es. Ese tipo de mujeres no solía tener un buen final aunque se suponía que era parte del riesgo de dedicarte a una vida "semi respetable". La buena de la Pompadour murió de neumonía a la edad de 43 años, o casi y su vida sin duda fue mejor que la de la pobre Madame Du Barry que murió guillotinada durante la Revolución en 1793. Como amante real, la marquesa fue más aristócrata que la duquesa, curiosamente, ya que el origen de la Pompadour, a pesar de ser prácticamente el mismo en su ilegitimidad a la Du Barry, era de un mejor nivel social. La Pompadour representa el esplendor de Luis XV mientras que la Du Barry representa la decadencia de este mismo Luis.

Un besote enorme Pedrete y muchísimas gracias por haber comentado :*
Anónimo ha dicho que…
Pues sí que me has dejado con la curiosidad de leerlo, Carmen. Debe ser interesante como el autor inscribe este caso criminal en la historia social y de lo cotidiano con el énfasis en la mujer... ¡y justo de eso estoy leyendo! :D. No quisiera comentar más porque diría tontería y media, hasta que lo lea (que ya será tontería completa jajaja). Espero conseguirlo aquí en Puebla. ¿Me podrías pasar la editorial?
Gracias, madrina. Como siempre, nos dejas encantados con tus anécdotas.
Un beso.
Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Me alegro de que retomes el blog, Carmen. Es un placer que nos reencontremos e interesantísimo tu artículo. Besazos.
Carmen López y Martí ha dicho que…
Gracias, muchas gracias Isabel. Poco a poco, que he pasado por momentos de dispersión nada agradables. Yo también estoy muy contenta de poder regresar a lo familiar, a lo mío. Si quieres echarle un ojo a los dos álbunes que se titulan "El Laberinto" y "Hojas sueltas", también son míos. Un beso muy, muy grande.

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